Ser empresario y tener éxito no siempre va de la mano. El 80% de las pymes no superan los tres años de vida. Pero sí hay empresarios que tienen éxito. La cuestión es definir qué es éxito para cada uno y cuáles son las vías para conseguirlo.
Esta semana hemos conocido el auto de prisión de Cursach y su mano derecha. Habrá que demostrar todo lo que se dice que, es mucho y digno de una novela de Mario Puzo. De origen humilde, Cursach llegó a lo más alto y, según parece, a costa de destrozar con malas artes a la competencia. Para superar a la competencia existen muchas estrategias que, bien ejecutadas, puede hacer alcanzar el éxito dentro de la legalidad y las normas del mercado, pero el método Cursach no lo enseñan en las facultades.
Todo es presunto porque no hay nada demostrado pero el auto del juez Penalva describe testimonios escalofriantes. El método Cursach, parece ser, se basaba en comprar voluntades y emplear malas artes para hacer imposible el desarrollo de la competencia, provocar su asfixia y comprar sus locales a bajo precio. Es el dumping policial. Parece ser que asfixiaba los otros negocios, no vendiendo bajo coste sino a través de entorpecer su desarrollo empresarial mandando poner continuas trabas hasta el hastío y abandono, en algunos casos.
Otro ejemplo de empresario sin escrúpulos es el que recoge la película El Fundador que ayer llegó a la cartelera de los cines de Balears. Se trata de los orígenes de la cadena de hamburguesas McDonalds, fundada por dos hermanos del mismo apellido. Aunque aún no me ha dado tiempo a ir a verla, conozco la historia. En ella se muestra otro método para llegar al éxito: el método de la traición atribuido, en este caso, a Ray Kroc, un vendedor de batidoras avezado que recibió un pedido inusual de una hamburguesería situada cerca de un estadio de béisbol. Como pasaba mucha gente por delante los días de los partidos y eso solo ocurría una vez por semana, los hermanos McDonalds tenían que satisfacer de manera muy rápida la fugaz demanda. Idearon un sistema para hacer hamburguesas en serie basada en la cadena de montaje de Henry Ford: una persona ponía las hamburguesas en la plancha, otra cortaba los tomates, otro cortaba el pan y otro colocaba la hamburguesa y el queso. La especialización y la división del trabajo aumentan la productividad de los trabajadores de manera sorprendente. En un minuto hacían una hamburguesa y la servían envuelta.
Por cierto, Henry Ford no inventó la cadena de montaje. Se apropió de (robó) la idea de otro empresario de nombre Ransom Eli Olds quien patentó la primera cadena de montaje en 1901. Henry Ford fue quien la popularizó en 1913.
Siguiendo con los orígenes de McDonalds, el espabilado vendedor de batidoras, Ray Kroc, vio el sistema aplicado por los hermanos McDonalds y quedó maravillado. Les convenció para trabajar para ellos. Pero los hermanos carecían de la ambición desmesurada de Ray Kroc quien, querían abrir franquicias y expandir el negocio sin límite. Los hermanos le vendieron la empresa por 2,5 millones de dólares más un 0,5% de los beneficios. Todo sin contrato. Con un apretón de manos. Kroc consiguió a duras penas el dinero para pagar los 2,5 millones pero nunca les pagó el variable sobre beneficios. Empezó a fraguarse un creciente odio del comprador hacia los fundadores por la dureza de las negociaciones. Kroc, enseguida expandió la cadena por todo el país. Los hermanos se quedaron con el local original pero tuvieron que renunciar a poner su propio apellido. Tuvieron que rebautizarlo como “The Big M” porque Kroc lo había patentado y, para fastidiarles, les puso un McDonalds delante obligándoles a cerrar al no poder competir con la empresa que fundaron. Kroc, con una ambición insaciable se afanó en poner por todo que él era el fundador de la cadena.
Uno de los hermanos murió de un infarto tras años de sufrimiento porque nunca superó haberse sentido engañado y ver como otro se enriquecía a costa de su idea. Consideraba que le habían robado todo: su idea, su apellido, su marca, su paso a la posteridad, etc.
Otro caso de malas artes es el los orígenes de Facebook, en el que los gemelos, Tyler y Cameron Winklevoss , siendo estudiantes de Harvard contrataron a Mark Zuckerberg para implementar unos algoritmos y éste, no solo no hizo lo que se le encomendó, sino que les robó la idea y fundó Facebook. Han mantenido años de juicio y Zuckerberg les ha tenido que resarcir con 60 millones de dólares pero el odio de los gemelos hacia el que es uno de los hombres más ricos del mundo, es de proporciones bíblicas.
Para ser empresario de éxito se debe tener ambición. Sí, en dosis muy elevada. Eso no es malo. Lo que no debería dejarse nunca de lado son los escrúpulos. Un empresario y, por extensión un político o empleado público, que corrompe necesita de la actuación de quienes se dejan corromper. Si el objetivo es buscar el éxito sin límite, tiene que saber que puede que llegue pero puede que tengas que desfilar ante un juzgado y perderlo todo, al menos tu imagen y el respeto de tus hijos. Yo personalmente, aunque mi coche tenga doce años, prefiero dormir tranquilo por las noches. Pero cada uno es cada uno.