El "truebalismo"

Vivimos en un país donde su población empieza a contar con un número de desquiciados importante. Una parte de ella es una “reserva india” para Artur Mas. El mismo al que Pablo Iglesias le canta “manitú, manitú…”, para deleite de un público al que su colega de partido, Meritxell Genao, califica de “gilipollas”. Sublime. Está pasando en Cataluña. Una de las regiones fundacionales de España, que nunca fue independiente, y que más patriotas españoles ha dado a la historia universal, convertida en una tierra sin ley donde la legalidad constitucional que garantiza los derechos y libertades de los ciudadanos ha desaparecido, gracias a unos dirigentes autonómicos declarados en rebeldía separatista, consentida por el gobierno de la nación. Que, a su vez, garantiza los sueldos de los separatistas que ocupan cargos públicos y casos de corrupción, expoliando las arcas públicas que sostenemos todos los ciudadanos. ¿Quién roba a quién?

Los proetarras, que apoyan la candidatura separatista del “Junts pel 3%”. Perdón. Del “Junts pel sí”, también montan espectáculos grotescos como el del diputado Sabino Cuadra que desde la tribuna del Congreso de los Diputados arrancó y rompió las páginas de la Constitución Española, en un gesto que simboliza, en la forma y en el fondo, lo que el separatismo opina de nuestro sistema constitucional. Es imposible encontrar otro país en el que sus parlamentarios se atrevan a ultrajar la Carta Magna, que han tenido que prometer o jurar, sin ser sancionados y expulsados inmediatamente de la vida pública. En España, a este canalla proetarra no le pasará nada. Será tan sólo un episodio más en el largo historial de insultos y agravios de los separatistas a nuestra democracia y al conjunto de los españoles. Lo triste es que este episodio es una mera anécdota si lo comparamos con los incumplimientos flagrantes que los nacionalistas vienen haciendo de nuestra Constitución, leyes y sentencias, sin que ningún Gobierno se haya atrevido a hacerlas cumplir.

Está muy bien que Rajoy haga un llamamiento a los ciudadanos catalanes a que se planten y digan basta al desafío separatista que amenaza con romper Cataluña y España. Tiene razón. Los catalanes con seny deben decir basta al nacionalismo corrupto, irresponsable, extorsionador, que acosa a los que discrepan del pensamiento único, desinforma, intoxica, y envenena la convivencia entre catalanes y entre Cataluña y el resto de España. Pero los líderes políticos, gobernantes e instituciones del Estado también deben decir basta. Es su obligación. Basta de concesiones injustificables e intolerables, de políticas cobardes, y de pasteleos.

Nuestra Ley de Leyes prevé suficientes mecanismos para que nuestros gobernantes puedan ejercer esa imprescindible labor democrática. De lo contrario, ¿cómo se atreve Rajoy a pedir a los ciudadanos de Cataluña que sean responsables en las elecciones si éstos no se ven respaldados por quienes están al frente de las instituciones del Estado, y sólo perciben de ellos nuevos apaños para satisfacer a quienes les ultrajan?

El nacionalismo es una amenaza para la convivencia y para la democracia. A lo largo de la historia siempre lo ha sido. Y tras 35 años de nacionalismo, Cataluña se asemeja más a un régimen totalitario que a una democracia europea del siglo XXI. Lugar y tiempo del que parecen huir para suicidarse como sociedad.

Con este panorama empiezo a entender al diputado nacional del PP, Miquel Ramis, cuando afirma que lo mejor para Baleares es que un partido nacionalista consiga grupo parlamentario en el Congreso. Pragmático con ideología difusa, se habrá fijado en los excelentes resultados económicos que se obtienen afirmando que nunca te has sentido español, “ni 5 minutos”, mientras el gobierno, español, sonriente, te premia con galardones y millonarias subvenciones. Es el inicio del “truebalismo”. Sí. Auguro una nueva tendencia político-pragmática-por-la-pasta en la que el cara de Fernando Trueba, perdón, la cara, su cara, será el icono de una corriente política, pero también filosófica y, por qué no, psíquica, que justifique el desquiciamiento. En él pueden participar personajes tan apuestos y coloridos, como Trueba o Karmele. La imagen hoy en día es importante. Y la aportación isleña también: Cristófol “involución ideológica express” Soler, debe estar. Sería un buen representante. Eso sí, para la expansión del “truebalismo” es imprescindible contar con un gobierno dirigido por Rajoy, García-Margallo, etc. ¿Desquiciados? Me quedo corto.

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