Anteanoche se confirmaba la vuelta de Mateu Isern al ruedo político, y lo hacía por la puerta grande, no sólo en términos de vencedor del proceso de designación del candidato del PP balear al Congreso de los Diputados, sino, sobre todo, encarnando la primera victoria clara de la moderación sobre la posición encabezada por la oportunista bicefalia Bauzá-Rodríguez, es decir, la alianza entre la extrema derecha y el pasado, ahí es nada.
Isern goza de la simpatía popular, que vio en él la antítesis a la arrogancia y el desprecio al diálogo que protagonizó su antagonista. Cierto es también que muchos votantes le vinieron reclamando mucho antes que se enfrentase a su entonces presidente, lo que quizás hubiera ahorrado a su partido una parte del castigo sufrido en mayo pasado. Pero eso forma ya parte de la historia.
Tras la designación, Isern hizo, como es natural, una llamada a posponer el debate interno hasta después de las próximas elecciones generales, pero es necesario que deje claro que eso no significa un retorno al pasteleo con sus oponentes. El tiempo muerto de Isern debe servir para que la iniciativa del equipo que comanda Gabriel Company vaya ganando adeptos y adhesiones de las mejores cabezas conservadoras para, en un próximo y esperado congreso regional de la formación, colocar en el lugar que merecen a todos aquellos que han contribuido, por acción o por omisión, a que el Partido Popular perdiera el espacio de centroderecha, con cierta sensibilidad regionalista, que históricamente había ocupado.
