Pocas veces se ha visto en Menorca un espectáculo tan deslumbrante como el Nabucco vivido dentro y fuera del Teatre Principal de Maó este viernes por la noche.
Con todo el aforo vendido en el coliseo mahonés y otras 900 butacas ocupadas desde la calle de Ses Moreres, cerca de 2.000 personas pudieron disfrutar de una representación difícilmente repetible visto el altísimo nivel de la propuesta que los Amics de s'Òpera de Maó han ofrecido en su XLV Temporada de Ópera. Su esfuerzo por poner, año tras año, a Menorca en el mapa operístico europeo es realmente encomiable y digno de alabar.
Bajo la responsabilidad del papel protagonista asombró el barítono mexicano Carlos Almaguer. Con una proyección y un timbre de una contundencia abrumadora, Almaguer se convirtió en uno de los Nabucco más poderosos que se han visto nunca en la isla.
La soprano italiana Anna Pirozzi, sin duda una de las mejores Abigaille de la actualidad, demostró una increible riqueza de matices y colores con una voz que encaja a la perfección en el personaje. La elegancia de su fraseo, la belleza de sus agudos piano y la seguridad que demostró ante una de las partituras que más carreras ha estropeado convierten a Pirozzi, sin duda, en la gran soprano dramática de agilidad del momento.
La prometedora mezzo Annalisa Stroppa, jugó con atino y solvencia el papel de Fenena, un rol que presumiblemente le quedará pequeño dentro de poco tiempo a la espera de nuevos y más interesantes retos vocales.
También rayó a la altura de los anteriores Leonardo Caimi en su rol de Ismaele, un papel quizá más desagradecido y poco vistoso en esta ópera, pero que el tenor italiano supo poner a la altura de sus compañeros cantándolo con sobrado talento.
Tuvo suerte el público mahonés de poder disfrutar de uno de los Zaccaria de referencia en los últimos 20 años, el de Carlo Colombara. Aunque aún afectado vocalmente por un proceso gripal, Colombara tiró de recursos para sacar adelante uno de los papeles de mayor exigencia y dificultad del repertorio verdiano para bajo cantante. El de Bolonia, tras más de 160 representaciones, anunció que éste será su último Nabucco, abandonando definitivamente el papel para buscar nuevos personajes en los que proyectar su profunda y penetrante voz.
Maria Camps, Vicenç Esteve y Javier Borda, fueron unos comprimarios de lujo para una producción que con toda probabilidad pasará a la historia de las noches más lujosas del Teatre Principal de Maó.
La batuta de Francesco Lanzillota, dirigiendo su primer Nabucco, fue ágil y clara, conduciento a una Orquestra Simfònica de les Illes Balears que sonó brillante y limpia en todo momento.
Cabe destacar también el importante trabajo de Massimo Gasparon en la dirección escénica de este Nabucco. La histórica pero pequeña boca del escenario del Principal es siempre un handicap a la hora de adaptar las producciones al coliseo mahonés. Gasparon resolvió con maestría, una vez más, este aspecto dando gran plasticidad a una ópera que dado su enrevesado argumento, basado en el antiguo testamento, ha puesto en aprietos a más de un director escénico. La brillante, y a la vez minimalista, puesta en escena del director italiano ha sido, sin duda, un importante factor en la contribución al éxito de la producción.
EL CORO, PROTAGONISTA
Capítulo a parte se merece la intervención del coro de los Amics de s'Òpera, que brilló con luz propia bajo las órdenes de Cristina Álvarez. Nabucco es sin duda la única òpera donde el coro se convierte en real protagonista. Su larguísima intervención, acto tras acto, no deja lugar a mentiras o engaños, y menos en un teatro pequeño como el de Maó, donde no existe la oportunidad de ocultar nada al público. Solvente, dynamico y brillante en todas sus actuaciones previas, el coro creó uno de los momentos más intensos de la noche con su "Va, pensiero". Éste es, sin duda, el instante más esperado por todo el público... y en absoluto defraudó.
Las primeras notas de la celebérrima pieza de Verdi colocaron al coro, mitad sentado mitad de pie, directamente en la boca del escenario, frente a un público entregado y emocionado. El canto de los esclavos sonó pausado y con el volúmen justo para convertir el instante en uno de los momentos más mágicos y emotivos vividos en los últimos años en el coliseo mahonés. Lástima de no haber bisado la pieza ante la abrumadora ovación del público. Sin duda, una ocasión única de pasar a la historia del teatro de ópera más antiguo de España. Pero para suerte de todos, la ópera se repetirá el próximo domingo a las 20h.