El Rey

Pues yo no hablaré del Rey

Ya lo hacen todos los demás. Lo hará la historia y nunca le estaremos lo suficientemente agradecidos, como él se merece.

Estos próximos días y meses se debería hacer realidad la vieja frase de “a rey muerto, rey puesto”. Pero no será así. La grandeza de la renuncia del rey estriba en su inteligente decisión para salvaguardar la institución de la corona ante los continuados ataques de los republicanos. Mientras el rey Juan Carlos este vivo, controlará muchos aspectos del futuro de España. Y seguirá con su trabajo en las relaciones internacionales con Oriente Medio, que es su segunda casa. Seguirá con el título de Conde de Barcelona, lo que enorgullecerá a los catalanes. Y seguirá aconsejando al nuevo rey de España. Lo hizo como padre y lo hará como rey padre.

No es verdad que se nos impuso un rey. Yo voté la Constitución y era bien consciente que en el paquete iba la monarquía. Y si tuviese que juzgar al rey por sus trabajos en beneficio de España, de todos los españoles, no me bastaría la calificación ordinaria. Es verdad que la corona pasa por un mal momento. También los partidos políticos, los sindicatos, los empresarios, la banca, la iglesia católica, el Real Mallorca…. No quiero hablar más, por mí lo ha hecho un vecino, cuando esta mañana me ha dicho: hemos cambiado a un rey que vivió como un rey, por un príncipe que ahora vivirá como un rey, mientras tenemos cinco millones de parados.

Y ese es el problema. La abdicación de la corona salvará, por ahora, las encendidas reivindicaciones de la masa social. Pero llegará la normalidad al Palacio de la Zarzuela y al de Marivent, donde podría venirse a residir el rey padre y la reina madre. Y empezaremos a criticar a la reina consorte. Los republicanos pedirán la tercera república. Los catalanes, la independencia. Y los más desfavorecidos, pedirán un puesto de trabajo digno, estable y bien renumerado.

Pero todo eso me suena a carta a los Reyes Magos, y esos son otros.