La apatía -parsimonia, indolencia, dejadez, o cómo se le quiera llamar- de Mariano Rajoy no parece que vaya a impedir su aterrizaje en la Moncloa, en una travesía que se asemeja sobremanera a la que empleó Francesc Antich durante sus años dirigiendo la oposición balear desde Madrid. El premio de guarecerse públicamente fue entonces el Consolat de la Mar, de donde teóricamente resulta más difícil ocultarse, pero en lo que el actual president ha demostrado una maestría sólo comparable a la faceta escurridiza del líder del PP nacional. Se considera el cese de Zaplana y Acebes como la decisión más sonada de Rajoy desde 2004, es decir, el cortar por lo sano con un ala de su equipo, la misma medida que tomó Antich con UM, y a la que cabe otorgarle mayor impacto desde que empezó la legislatura autonómica. Pero las lagunas de un Ejecutivo no suponen el mayor temor para los estrategas electorales socialistas, sino que el principal peligro procede de la asociación de la imagen de Zapatero a los candidatos autonómicos, una vez vistos los resultados con el conejillo de indias José Montilla. Y ahí Antich lleva cierta ventaja, porque de entre los barones socialistas en el poder, el balear ha sido el que más desplantes ha hecho al secretario general de su partido, y uno de los que más ha cuestionado algunas de las medidas u ocurrencias del inquilino de la Moncloa. Ausente de la última reunión de barones autonómicos en Ferraz, y desaparecido también de los fastos para celebrar el décimo aniversario de Zapatero como líder socialista, Antich ha reprendido al jefe del gobierno central su decisión de la privatización parcial de los aeropuertos. También, poco antes de que se celebrase la reunión en la Moncloa con los empresarios, el president balear pidió que se diera al Turismo “el peso que toca”, después de que en verano Joan Mesquida perdiera la mayúscula de su cargo, y pasase de secretario de Estado a secretario general. Pero la que ha sufrido una pérdida de peso en estos años es la comunidad balear, perceptible con el contraste con el otro archipiélago español, las Canarias, cuyo líder, Paulino Rivero, ha pisado con frecuencia el mismo suelo monclovita por el que Antich sólo ha caminado en una ocasión desde la segunda victoria electoral de Zapatero. Así que la paradoja en la política revivirá su enésimo capítulo cuando el candidato Antich tenga que reencarnar la crítica débil de Rajoy a Zapatero, y su estrategia compartida del pasar desapercibidos y esquivar el rechazo mediante la incomparecencia, a fin de evitar que un oponente más resolutivo como Bauzá obtenga la mayoría absoluta.
