El martes, la prensa de Baleares amanecía con una declaración de amor del presidente Antich a Unió Mallorquina (UM). Decía Antich que hay mucho por negociar con este partido, que hay terreno para el encuentro. Daba a entender que, pasada la tormenta, reconstruido el chiringuito, recreado el partido nacionalista de centro, reconstruido el proyecto, él volvía a considerarlos dignos de consideración. No conozco la reacción en Unió Mallorquina, pero es de imaginar. Hasta al más orgulloso le satisface que le echen una flor. Y, si pensamos que este partido acaba de sufrir una de las mayores 'limpiezas' de la historia, en la que prácticamente toda su dirección ha pasado por comisaría, el respaldo público se debió de sentir profundamente. Si, encima, los piropos vienen de un partido mayoritario, que hoy ostenta la Presidencia del Govern, mucho más. Una declaración de amor no se puede tomar con indiferencia, como si nada, y menos en las circunstancias de UM, que supongo que más que pensar en qué hará tras las elecciones, debe estar preocupada por si llega a ellas. Apenas dos días después, el jueves, se produce un despliegue policial y a media mañana un alto cargo del PSOE, el partido del president del Govern, dice que ellos enviaron a la Fiscalía un asunto que no tenía buena pinta y que tiene relación con UM, incluso en buena medida con 'la nueva' UM, que diría Antich. Lo que toca, desde luego. Pero no deja de llamar la atención que uno (y no uno cualquiera) haga una declaración de amor y otro mande al cortejado a la Policía. O dentro del PSOE hay mil familias y entre ellos no se hablan, o más valía que no hubiera habido declaración de amor. Porque, si una declaración de amor va a ir acompañada de la visita de la Policía, si una proclama de optimismo respecto de 'la nueva' UM es seguida por las sirenas del coche patrulla, si un voto de confianza de la máxima autoridad de esta autonomía significa que me vaya poniendo las esposas, podríamos decir que 'hay amores que matan'.
