Los políticos son el tercer problema que más preocupa a los ciudadanos, según pone de manifiesto el último Barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS). Su ineptitud les ha hecho consolidarse en esta lista negra que encabezan el paro y la crisis económica, dos problemas que por otro lado han aumentado, en parte, por culpa de la gestión de esos mismos políticos. A día de hoy pocos confían en la clase dirigente y son muchos los que opinan que el que se mete en política lo hace para chupar del bote y colocar a sus amigos. Y razón no les falta para pensarlo sobre todo escuchando las palabras de la ministra de Sanidad, Leire Pajín, que nombra a una amiga suya en un cargo para el que no está preparada alegando que “la ministra nombra a quien le sale de los cojones”. Sí, señor, eso es una muestra de clase y elegancia. Por desgracia la falta de preparación es uno de los males de la clase política española. Son pocos a los que no se les pueda echar en cara sus escasos conocimientos para desempeñar sus funciones. ¿Alguien entiende que para optar a un determinado trabajo en la empresa privada te pidan carrera, master, idiomas, acreditada experiencia y hasta haber pisado la luna mientras que muchos de nuestros políticos –los que nos representan dentro y fuera de nuestro país- carecen de estudios universitarios? Ya que la clase política es un mal necesario, lo mínimo que se les ha de exigir es ser competentes y estar preparados.
