Raimundo Beascoechea Inchaurraga. Inmaplast

“El pequeño y mediano empresario ha sacado sus ahorros para no cerrar la empresa y mantener los puestos de trabajo”

Quién le iba a decir a Raimundo Beascoechea (Bermeo, 1938) que cuando recaló en Mallorca, allá por la década de los sesenta, de manera totalmente circunstancial para hacer un par de meses de mili, se quedaría para siempre. Jefe de máquinas de la Marina Mercante de la Escuela Náutica de Bilbao, inició su andadura laboral en petroleros americanos, recorriendo mundo entre máquinas en los cinco continentes.

Pero Raimundo al final echó el ancla en Mallorca. Aquí fue donde conoció a su esposa y se casó. Conjugar los viajes por medio mundo con hacer crecer una familia no era tarea fácil, por lo que decidió abandonar una profesión muy demandada y con una gran proyección económica y de futuro, por estar cerca de los suyos.

Como buen vasco, fuerte y exigente, decidió reinventarse para iniciar una nueva andadura profesional, y se decantó por el mundo del plástico, construyendo los cimientos allá en 1966 de lo que hoy es Inmaplast (Industria Mallorquina de Plásticos). Según confiesa Raimundo, “tenía claro que a partir de esos momentos tenía que ‘aprender a aprender’, y empezar a formarme en nuevos ámbitos como dirección financiera, comercial, recursos humanos, además de realizar un Master en Dirección Empresarial”. En este nuevo camino, y con una humildad sobresaliente, Raimundo sabía que tenía que hacer un gran esfuerzo por hacer una apertura de su mente para estar atento a un nuevo sector que se abría ante sus ojos, pero según caminaba se dio cuenta que “cuanto más sé, sé menos de lo que creía que sabía”.

Casualidades de la vida encauzaron a este hombre a un sector muy novedoso gracias a unas máquinas que adquirió de un socio de un cuñado suyo que se dedicaba a realizar planos con horarios y distancias del mundo. Lo que él vivió en sus propias carnes de jefe de máquinas recorriendo los diferentes países, marcó la brújula de su nuevo destino. Tomó una de las máquinas para empezar a producir film de polietileno.

Aunque hoy parezca imposible de creer, el plástico era un material muy novedoso por aquel entonces, que iba a cambiar nuestros hábitos de conducta y sobre todo de consumo al permitir conservar más los alimentos, disminuir costes de transporte de las mercancías y por lo tanto abaratar el precio final y bajar los costes energéticos del transporte.

Raimundo, con madera de emprendedor, empezó a gestar lo que hoy es una empresa que acaba de cumplir los cincuenta años: Inmaplast. Empezó a gestionar y fabricar el film de polietileno para dos empresas de la Isla que hacían bolsas de plástico. Pero a los dos años, explica que “ya nos vimos en la necesidad de ampliar el negocio e hicimos nosotros mismos la impresión de bolsas y la producción”. De aquí arrancó otro de nuestros cometidos, de lo que hoy “nos sentimos orgullosos que es suministrar envases y embalajes a toda la industria, hostelería, cárnicas y comercios de Balea-res. Somos la única empresa del sector radicada en las Islas”.

"Hemos podido hacer cosas inverosímiles y muy diferentes ya que el cliente nos buscaba para obtener la mejor forma de envolver su producto. No es lo mismo hacer una bolsa para una boutique de lujo, que un portatrajes, que láminas para hamburguesas o macetas para planteles. Nos han pedido fabricar cosas tan originales como un cubre-bicicletas, globos publicitarios de gran formato o fundas para los asientos del campo de fútbol o un artista que siempre venía a vernos para idear su próxima exposición, ya que le encantaba los efectos de este material”, explica Rai-mundo.

Parece mentira, pero si hoy miramos alrededor, estamos envueltos en plástico. Sin embargo, hace cincuenta años, como él reconoce, era iniciar un viaje hacia lo desconocido porque empezaba a despegar el mundo del polietileno. “Mi formación había sido técnica y bajo el punto de vista empresarial no tenía experiencia. A raíz de crear la empresa tuve que luchar bastante. En primer lugar, conocer el sistema de transformación, los diferentes productos de plástico que había, cuál era el más idóneo y al mismo tiempo ver qué podíamos hacer con él. Al final, nos decantamos por el film de polietileno y así empezamos esta singladura”.

Así que este jefe de máquinas de la Marina Mercante, encendió motores, su nuevo buque iniciaba un nuevo horizonte a marcha forzadas, trabajando y estudiando al mismo tiempo.

De esos primeros años, Raimundo disparó fotogramas en blanco y negro impregnados de horas de esfuerzo y dedicación, sin ver a su familia, aunque lo más placentero es que dormía siempre en casa. “Como todo empresario que empieza son muchas horas detrás de ello sin desfallecer, intentando sacar la empresa adelante como fuera, aunque siempre me quedaba la tranquilidad que si después de haberlo intentado, no lograba sacarlo adelante, podría re-tomar mi antiguo oficio porque me seguían llamando”.

Los inicios de la empresa arrancaron en una nave en Sa Indioteria. En 1979, el entonces primer director de ASIMA, Javier Macías, le ofreció unos solares en el Polígono Empresarial de Can Valero, donde instalaron su nave hasta hoy. “En aquel momento vi que el proyecto ASIMA se estaba convirtiendo en una acción positiva al ser los primeros polígonos industriales en España, que calaron con éxito y que han supuesto un gran revulsivo para Mallorca”. Paralelamente, también Raimundo tuvo palabras de agradecimiento para el primer Instituto Balear de Estudios de Dirección Empresarial (IBEDE), “que desarrolló una labor muy brillante en la formación de los directivos y empresarios”.

De espíritu inquieto y “mente abierta”, como él mismo se define, siempre mostró una gran disposición a innovar y a adquirir nuevos conocimientos. Unos ingredientes que sumó al talento de sus hijas y otros colaboradores que decidieron embarcarse en otros proyectos empresariales como la creación la empresa de diseño de calzado R-Mutt (1995); AEBSA (1997), dedicada al suministro de placas solares para ahorro energético y regeneración de las aguas, y en 1998 Toby & Minino, una división de Inmaplast, que recibió diferentes distinciones y premios en Palma y Barcelona.

Aunque estas empresas se han quedado en el camino, lo que Raimundo y su equipo se han llevado ha sido una gran maleta de aciertos y errores que han aplicado a Inmaplast que cumple medio siglo de vida.

Confiesa que la crisis vivida en los últimos años, “nos ha hecho atravesar momentos difíciles, con cambios en el mercado; además de sobrevivir a una dura campaña contra el plástico por parte de las grandes superficies”.

Sin embargo, estos contratiempos han sacado a la luz el verdadero valor del empresario: “Hace tiempo ya que los empresarios están desprestigiados y eso es debido a que se ha etiquetado a mucha gente con esta palabra sin serlo. El empresario no es aquel que aprovechándose de sus amistades consigue una serie de prebendas sin más, es aquel que crea algo para el bien de la sociedad en su conjunto y que tira para adelante a pesar de las dificultades y obstáculos. Los otros son oportunistas”.

Raimundo afirma que en los momentos de dificultad por los que el país ha atravesado durante la crisis económica de estos últimos años, “el pequeño y mediano empresario ha sacado sus ahorros para no cerrar la empresa. Hemos perdido dinero y, de esa manera, muchas se han salvado de echar el cierre y han podido mantener los puestos de trabajo”.

Y lo que para él es más importante, “hemos creado una riqueza que es de aquí, se queda aquí y se distribuye aquí, cosa que no ocurre con las grandes superficies. El noventa por ciento de la gente empleada en este país pertenece a las pequeñas y medianas empresas”.

Hace quince años que Raimundo Beascoechea se jubiló y pasó el testigo a sus hijas, “como todo padre quiere que se incorporen a la empresa porque el día de mañana será de ellas. Me esforcé porque cursaron estudios empresa-riales y se les fue sugiriendo que se sumaran al proyecto. Hoy está al frente de Inmaplast mi hija Inés”.

Asegura que “les he dado pocos consejos a mis hijas, si acaso alguna sugerencia. La incorporación de mis hijas a la empresa familiar me aportó muchísimo, yo era de la vieja escuela, a pesar de mi formación ellas han contribuido con unos objetivos nuevos. Gracias a ellas, la empresa se renovó y aumentó su gama de productos a otros materiales más demandados hoy como el papel, etc., por lo tanto ha sido muy positivo”.

Un emprendedor nato como él, capaz de dejar un trabajo seguro y muy bien remunerado para pasar a ser empresario cree que “siempre hay oportunidades que se deben buscar”. “Tanto en la España de hace 50 años como en la actual hay opciones para emprender. Puede que en aquel entonces hubiera más posibilidades, más campos para desarrollarte y más oportunidades para todo el mundo, pero hoy también hay opciones, lo que hace falta son ganas de emprender y fuerza de voluntad para seguir adelante a pesar de los posibles fracasos”.

Sin embargo, bajo su punto de vista, uno de los mayores hándicaps con el que se encuentran los jóvenes en la actualidad es la competencia existente, “es mucho mayor de la que teníamos antes nosotros en nuestra época”.

Si hay algo que echa en falta en las nuevas generaciones es que “los padres hemos sido demasiado blandos en la educación de los hijos. Hemos querido darles todo lo que en nuestra juventud no tuvimos y debido a ello han nacido pensando que tenían que tenerlo todo y que nada cuesta un esfuerzo”.

Al hilo de esta reflexión, recuerda una conferencia con el filósofo José Luis López Aranguren, “nos hablaba a los padres y nos decía que nosotros somos de la posguerra y siempre recordamos lo que no hemos tenido y queremos protegerlos tanto que compramos una bici que no tuvimos nosotros y para que no se caigan le ponemos dos ruedecitas, eso es un error porque han de saber que cuando no estemos nosotros si se caen se van a hacer daño y hay que saber reaccionar, buscar soluciones. Creo que eso es lo que está ocurriendo actualmente con la juventud”.

Tampoco se muestra demasiado partidario del exceso de las nuevas tecnologías al alcance de niños y jóvenes, “es algo positivo, por supuesto, pero estamos llegando a un punto en el que como sigan así, dentro de poco no sabrán hablar, habrá una falta de comunicación directa”.

Sin embargo, la comunicación sí ha existido durante los 50 años en el equipo de Raimundo. “Lo que se hizo fue con buena intención, estoy satisfecho de lo que he hecho y de lo que he contribuido a la sociedad con mis recursos y mis posibilidades”.

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