El penoso diseño de las líneas de la EMT

La subida de tarifas y la reducción de líneas es la política de la EMT para ahorrar dinero, eso sí, a costa de los ciudadanos, que son los que tienen que sufrir unas líneas diseñadas por personas que jamás han subido a un autobús. Hay trayectos que parecen pensados para perder el tiempo, para hacer transbordos o para plantearse muy seriamente comprar un vehículo. Ninguno de los cerebros que se ocupan de este trabajo ha sido capaz de ofrecer un servicio ágil y adecuado a las necesidades de los usuarios. Con frecuencias de 15, 30 y hasta 45 minutos, ¿quién va a optar por el transporte público para ir a su trabajo? ¿Qué ocurre cuando un autobús pasa lleno y no para porque es hora punta o porque alguno se estropea y la frecuencia se duplica? Nada, que muchos se ven obligados a coger un taxi si no quieren llegar tarde. ¿Algunos de estos cerebros de la EMT ha pensado en incrementar frecuencias en las horas de más afluencia o en diseñar trayectos adecuados y no pensados con los pies? Incluso, hasta la línea 19, la de la Universidad es, sencillamente, un desastre, en la que se emplea más tiempo en llegar hasta el campus que en viajar a Madrid. ¿Y las de Son Espases? Lo mismo, pensadas para personas que tienen todo el tiempo del mundo y no para trabajadores ni usuarios que tienen que trabajar y no perder el día. El problema de la EMT no es sólo económico sino mucho más profundo, como es el de una empresa que pone en manos de incompetentes el trazado de sus líneas. Y así nos va.

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