Para algunas ovejas descarriadas que no hemos logrado entender todavía posturas y actitudes de ciertos pastores de la Iglesia oficialis y menos a sus serviles palmeros laicos, que nadan en el placentero humo del incienso y la sopa boba, nos alegra ver la luz que nace de las palabras de este Papa Francisco, que no se arruga ante nada ni ante nadie. Habla claro se le entiende y dan ganas de seguirlo y de acompañar su trayecto de denuncia.Estos días en su visita a México el Papa cantó “Clarito”. Me llamó la atención cuando les dijo a los Obispos y al clero : “No somos funcionarios de lo divino ni somos empleados de Dios”. También les advirtió sobre la resignación que “paraliza y atrinchera en las sacristías”.
A mi entender, les invita a salir más de su recinto sagrado y a adentrarse, investigar y aportar soluciones a los problemas que presenta la sociedad, a no contemplar al rebaño desde las sacristías a olerlo si hace falta e impregnarse de su aroma.
Lo que más me ha llamado la atención, por su claridad y denuncia, fue cuando ante los empresarios y trabajadores se refirió a la explotación laboral y sentenció: “Dios pedirá cuentas a los esclavistas de nuestros días”.”Todos estamos en el mismo barco, todos tenemos que luchar para que el trabajo sea una instancia de humanización y de futuro, un espacio para construir sociedad y ciudadanía”.
Me pregunto si al Papa le prestan la atención debida los diferentes responsables de las Diócesis de todo el Mundo, o le dejan que interprete sus proféticas milongas hasta que vuelvan los mejores tiempos. Sería muy triste que en las empresas e instituciones de Iglesia se produjeran estas situaciones esclavistas -contratos abusivos, o sin contrato durante años, indecente reparto de beneficios y de herencias comerciales-. Habría que hacer examen de conciencia y atreverse a poner coto, evitando dejar algunas asuntos o direcciones de instituciones y empresas de Iglesia en falsas manos, por los menos auditar y corregir abusos continuados, si es que se detectan.
Hagamos las cosas bien, sean empresas ejemplares -como lo son la mayoría verdad, pero otras pocas dejan mucho que desear -. Repartan las ganancias equitativamente con toda la tripulación del barco sin trampas, sin más derechos ni sucesiones que las que son de justicia. No lo digo yo lo dice el Papa:
“No se dejen excluir, no se dejen tratar como mercancía. La dignidad se las da el no dejarse “sobar el lomo” y ser mercadería para los bolsillos de otros”. ¿Seguirán los corderos en silencio?