El jueves pasado todos los partidos con representación en el Consell de Mallorca, Partido Popular, Partido Socialista y la coalición Més per Mallorca, suscribieron un código ético de buen gobierno y transparencia. Es una excelente noticia que los diferentes partidos lleguen a acuerdos para ir más allá de lo que establece el ordenamiento jurídico en materia de transparencia y acceso a la información. Es muy bueno que capten el mensaje de la ciudadanía, deseosa de participar en las decisiones políticas más allá de ejercer el derecho al voto cada cuatro años. Es magnífico que decidan todos juntos facilitar el libre acceso a una información veraz, completa y transparente sobre la gestión de la institución insular e informar a través de su página web de las agendas institucionales, del uso de coches oficiales, de los cargos de confianza y de sus respectivas retribuciones, de los gastos de publicidad, protocolo y representación de los altos cargos, de las asignaciones a los grupos políticos, etc. Todo ello es algo que no podemos mas que aplaudir.
Sin embargo, es inevitable que este acuerdo haga aflorar ciertas preguntas que es lícito plantear en voz alta. No se entiende que algo así no pueda llevarse al Parlament también para su debate y aprobación en forma de Ley, de manera que no se dependa del voluntarismo de los políticos de turno. Lo que es bueno en términos de transparencia y buen gobierno para el Consell de Mallorca, obviamente lo ha de ser también para el Govern autonómico, para el resto de Consells insulares y también para las corporaciones locales. Esta medida debe extenderse al conjunto de administraciones de forma inmediata. No se entiende por qué no se ha hecho ya.
La fecha escogida por los responsables de los grupos políticos para rubricar el acuerdo, justo el día que declaraban ante la Audiencia Provincial de Palma en el juicio por la venta del solar de Can Domenge la expresidenta y el exvicepresidente del Consell, Maria Antònia Munar y Miquel Nadal respectivamente, no es casual. Esconde un evidente mensaje subliminal y oportunista. Sin embargo ni Jaume Garau (PSOE) ni Joan Font (MÉS per Mallorca) ni Miquel Vidal, actual Secretario General del PP, ni muchísimo menos Maria Salom, son políticos bisoños recién llegados a la cosa pública. Es muy posible que se refirieran a ellos mismos cuando en la rueda de prensa de presentación del código ético hablaban de “una institución contaminada por años de corrupción y escándalos”. Al fin y al cabo, desde 1987 el PP y PSOE han ocupado la presidencia del Consell más años que Unió Mallorquina. Y cuando UM lo hizo fue siempre gracias a sus votos. Por tanto no pretendan hacer creer a los mallorquines que están al margen de estos supuestos escándalos, porque no lo están en absoluto.
Defiende Maria Salom que era más necesario que nunca “fer dissabte, fer net, canviar ses coses, perquè a partir d’ara se facin entre tots, tots els partits polítics de sa ma, d’una manera més transparent i que els mallorquins puguin mirar amb lupa com i amb què se gasten els doblers d’aquesta casa”. Es posible que tenga razón. Pero como reza el dicho, “no basta que la mujer del César sea honesta; también tiene que parecerlo”. La trayectoria política de Salom, que fue la diputada más joven del Parlament y ya con 19 años era la presidenta de Nuevas Generaciones del PP de Mallorca, no la autoriza a presentarse como una eficiente señora de la limpieza ante la ciudadanía. Aunque han pasado algunos años, no son tantos como para olvidar que Maria Salom estuvo involucrada en la trama de corrupción del caso Túnel de Sóller, que fue administradora de Meydis Baleares SA y que ella personalmente abrió una cuenta bancaria donde fueron ingresados el mismo día cuatro talones del mismo lote que se destinó a sobornos por la construcción del túnel. Por aquel escándalo nadie fue a la cárcel porque se declaró prescrito, en unos años donde todo prescribía muy rápidamente, no como ahora. Esquerra Unida exigió en marzo de este año que Salom devuelva los 50 millones de pesetas “desviados por las obras del Túnel de Sóller”, que pida disculpas a la ciudadanía y abandone la política.
No creemos que haya que llegar tan lejos pero lo cierto es que Maria Salom es una auténtica profesional de la política, una figura de las que tanto critica José Ramón Bauzá. Estuvo en los ejecutivos de Gabriel Cañellas y es de las pocas supervivientes de la época de Jaume Matas, quizás porque se fue a Madrid a ocupar un escaño en el Congreso. Con este bagaje hay que reconocer que Salom tiene mucha audacia no exenta de temeridad para hablar de corrupción y de ‘hacer limpieza’ en el Consell. Quizás sea por su experiencia en la materia.