El cese del jefe del Servicio de Medicina Interna de Son Llàtzer, Carlos Alonso, ha pasado prácticamente desapercibido porque ha coincidido en el tiempo con el de Antoni Bennàsar, responsable de Traumatología de Inca, y su posterior readmisión, un escándalo que ha ocultado todo lo demás que sucedió durante esa jornada. Pero ahora, cuando la vorágine informativa parece haberse calmado, es el momento de preguntarse y preguntar cuál es la realidad que esconde este cese, porque en el hospital todo el mundo sabe que este servicio es uno de los más problemáticos, donde unos se hacen la cama a otros y los enfrentamientos están a la orden del día. Dicen que la llegada de Alonso tenía como objetivo poner paz en el servicio y acabar de una vez por todas con la guerra de guerrillas, máxime tras la destitución del anterior jefe por unas circunstancias nada halagüeñas. Sin embargo, transcurrido un año, Alonso no sólo no ha sido capaz de acabar con la situación que se vive en Medicina Interna sino que, además, ha cesado y lo ha hecho por eso tan socorrido de “falta de confianza”, ya que, al parecer, su proyecto no era viable. Pero detrás queda toda una historia de “cuchilladas” y zancadillas a la que alguien tendrá que poner fin si es que quiere que en el servicio se trabaje por y para los pacientes y sus componentes actúen como los profesionales que se suponen que son. No quiero entrar en las razones que ha tenido Xavier Feliu, el gerente del hospital, para “perder la confianza” en Alonso, pero no estaría de más que se asesorase por alguien independiente y conociese de primera mano lo que se está “cociendo” en sus mismas narices.
