EMILIO ARTEAGA. Las Naciones Unidas tienen establecido un calendario de días que tienen como objetivo la exposición de un tema de gran trascendencia para el conjunto de la Humanidad, a fin de contribuir al desarrollo de la cooperación internacional en ese ámbito concreto. La proclamación de estos días depende de las distintas agencias de la ONU y puede ser refrendada, aunque no es obligatorio, por la Asamblea General. Aunque siempre han tratado de ser prudentes y restrictivas y de limitar la designación a temas de especial relevancia e importancia, lo cierto es que hay quien piensa que ya existen demasiados Días Internacionales y que precisamente esa proliferación excesiva desvirtúa un tanto su relevancia y limita su eficacia y su impacto, más aún porque otras entidades y organizaciones también añaden sus propios días: europeos, nacionales, sectoriales, etc.
Con todo, estos días, que suelen denominarse Días Internacionales o Días Mundiales, pero también Días de las Naciones Unidas o días Universales y cuya fecha suele fijarse en coincidencia con la efemérides de algún hecho histórico relacionado con el tema de que se trate, han tenido y siguen teniendo efectos muy positivos para la concienciación de las sociedades y los gobiernos de los países y para el diseño, implementación y coordinación de programas de actuación y cooperación internacional.
Estos últimos días se han celebrado algunos de especial relevancia. El sábado, uno de diciembre, el Día Mundial de la lucha contra el SIDA. Los avances en los tratamientos de la enfermedad, así como la extensión de los mismos a más grupos de población y países han conseguido mejorar la calidad y la expectativa de vida de las personas infectadas, así como disminuir el contagio de las mujeres gestantes a sus hijos en el útero, lo que ha supuesto una disminución de los casos de SIDA infantil, pero los esfuerzos deben extremarse en la prevención, que es la única manera de frenar la expansión de la infección. Por desgracia, la situación de la lucha contra el SIDA en España en estos momentos es preocupante, debido a los drásticos recortes presupuestarios del Plan Nacional sobre el SIDA, con liquidación de las partidas para las comunidades autónomas y reducción de las subvenciones a las ONG. Estas últimas desarrollan una labor importantísima en el ámbito de la prevención, la educación y el apoyo a los infectados con menores recursos económicos y sociales, y los recortes económicos van a comprometer seriamente esta labor, que no podrá ser substituida por el sistema sanitario público, también seriamente comprometido por los recortes presupuestarios a las comunidades autónomas. La consecuencia casi inevitable será el aumento de la tasa de nuevas infecciones y, lo que casi es peor, el descontrol de una parte de la población infectada. Cuando la OMS, ONUSIDA y otras organizaciones internacionales están recomendando incrementar los esfuerzos y presupuestos destinados a la lucha contra el SIDA, el gobierno español aplica un recorte drástico. El ahorro, sin embargo, significará más gasto después, debido al coste de los tratamientos de las infecciones que no se hubieran producido si se dedicaran recursos suficientes a la prevención.
Ayer, lunes tres de diciembre, fue el Día Internacional de las Personas con Discapacidad. Otra celebración amarga en España. Las manifestaciones en todo el país de afectados, familiares y empresas y organizaciones dedicadas a la atención a discapacitados y dependientes son una muestra fehaciente. También en la Atención a la Dependencia se ha producido una drástica reducción presupuestaria, que afecta a las prestaciones, a la remuneración de los cuidadores, a quienes además se les deja de abonar las cuotas de la seguridad social y a las empresas y organizaciones que, desde el denominado tercer sector, se dedican a cuidar de los más desvalidos, a las que, además, se les adeuda una cantidad importante, del orden de 300 millones de euros. Este casi abandono a su suerte de discapacitados y dependientes es especialmente sangrante, sobre todo si se compara con las ingentes cantidades de recursos dinerarios inyectados al sistema financiero, para tapar los agujeros producidos por la mala gestión, por decirlo suavemente, de unos directivos que, para más inri, se han ido de sus cargos con indemnizaciones millonarias. Estamos retrocediendo a 20 años atrás, cuando los discapacitados y dependientes estaban en manos de la solidaridad familiar o de la beneficiencia. Una sociedad que abandona a sus miembros más desfavorecidos, a los que no pueden valerse por sí solos, a los que sí pueden valerse pero a costa de un gran esfuerzo personal físico y psicológico, a sus familiares y cuidadores que sacrifican su vida para dedicarla a ellos, es una sociedad injusta, una sociedad que al mirarse en el espejo debería sentir vergüenza, de sí misma y del gobierno que despliega semejantes políticas.
También ayer, tres de diciembre, era el Día Internacional del Médico, que no es un día propuesto por la ONU, sino por la Confederación Médica Panamericana, en conmemoración de la fecha de nacimiento de Carlos Finley, el médico cubano (que nació en la Cuba española en 1833 y murió en la Cuba independiente en 1915) que demostró que el agente transmisor de la fiebre amarilla es el mosquito Aedes aegypti, lo que permitió implementar campañas de saneamiento para prevenir la transmisión de la enfermedad, lo que significó salvar miles de vidas en Cuba, otros países americanos y también del resto del mundo. Es cierto que se celebra casi en exclusiva en algunos países hispanoamericanos, pero en estos tiempos de tribulación y desasosiego para los médicos de la sanidad pública española, una pequeña dosis de autoestima no viene mal.