La negociación entre partidos políticos, para conformar nuevo gobierno, no está resultando sencilla. Convertir 123 diputados en una mayoría parlamentaria suficiente, en el seno de un hemiciclo de 350, no resulta fácil. De hecho, a Rajoy, con una representatividad parecida, formar gobierno le costó más de un año y 2 consultas electorales. 72 horas fueron suficientes para hacerlo caer.
Hay que entender que el nivel actual de negociación está centrado en las “personas”. No se invierte tiempo ni esfuerzo en cosas menores. Se va al grano. El acordar objetivos y acciones de gobierno comunes es laborioso y tiene riesgos. Da pie, si no se cumple, a que se les afee. Por ello se ha elegido una forma más mundana. Compendiada. La negociación ha sido diluida en gestión directa de las ambiciones partidistas acordando nombres y apellidos.
Hay que reconocer que el método utilizado para llegar a acuerdos es innovador. La escenificación necesaria para presentar un reparto como si fuera una negociación lleva su tiempo. Mucho más si el calendario de consultas ha hecho coincidir en el reparto, la constitución de gobiernos autónomos, diputaciones, corporaciones locales, colocación de miles de cargos de confianza y la orientación de las actividades subvencionadas.
La hoja de ruta se desarrolla en las redes sociales y en los medios de comunicación. No prioriza los plazos ni los objetivos sino el relato. Un día se publica un tuit como posicionamiento de partido y el debate se establece en la red. Al día siguiente se pone el foco en una entrevista al candidato. Se cede el turno a la vice en funciones para garantizar un incendio controlado y ganar tiempo. Una medida consulta telemática a las bases vuelve a tensar la situación y dar una prórroga más. Un video desde Galapagar, en forma de bando, retoma nuevamente la iniciativa en el reparto y alarga nuevamente la partida.
En el zoco de la negociación basada en reparto de sillas, se cambian territorios por competencias, comunidades por ministerios y dinero por complicidades ante la atónita mirada de los ciudadanos. El escenario temporal se está alargando. Abril ya queda lejano. Al socialista Tezanos le ha dado tiempo para cambiar la “cocina” del CIS tres veces. Ya solo nos falta a algún representante de partido perdiendo las formas y el autocontrol hasta hacerse un “Negeruela”. Todo mientras el Congreso, donde deberían llevarse a cabo las negociaciones, sigue cerrado.
En el escenario actual, las negociaciones basadas en principios y valores, centradas en solucionar los problemas de los ciudadanos no da resultado. No da respuesta a las inquietudes de los partidos. No soluciona la gestión de los egos. Les paraliza. Tanto es así que la interinidad se ha convertido en una forma usual de gobierno y la alarma del pueblo hacia los partidos políticos está creciendo; ya supera el 30%. Se ha colocado en el segundo lugar entre los problemas que acosan a los ciudadanos.
Hasta la fecha, el “formato gran hermano” no se comporta como un instrumento para la necesaria regeneración de los partidos políticos que nos permita seguir viviendo en paz y progreso. Al tiempo.