En un momento en el que la venta de viviendas está paralizada por el cerrojazo de la banca y su negativa a dar créditos, el alquiler se presenta como la única alternativa viable para reactivar el mercado inmobiliario. Sin embargo, el problema sigue siendo el de siempre: el miedo de los propietarios a sacar sus pisos en alquiler y no cobrar. El Gobierno consciente de esta problemática puso en marcha hace unos años el llamado desahucio express, que ha resultado un fracaso absoluto porque los plazos para echar a un inquilino moroso siguen siendo excesivos. Ahora entra en vigor una reforma de la ley por la que a partir del décimo día sin pagar se podrá echar al inquilino. ¿Será esta la solución definitiva? ¿Se animarán así los propietarios a sacar sus pisos al mercado? ¿Realmente esta medida les ofrece las garantías suficientes de que en caso de impago el conflicto se resolverá de forma rápida y eficaz? La respuesta es no. Como ocurría con el desahucio express el problema no está en el proceso, sino en la falta de medios tanto materiales como humanos para llevarlo a cabo. Los juzgados están saturados de causas pendientes y a no ser que se les dote de más personal no se podrá llevar a cabo con la rapidez que se anuncia esos desahucios.
