El día de la Marxmota de Bauzá

Como si los baleares no hubiéramos tenido suficiente con una legislatura de Bauzá, y con otros cuatro años soportando sus apariciones en cualquier acto público en el que tuviera oportunidad confraternizar con quien le pudiera ofrecer un carguito, quizás tengamos que aguantarlo todavía más. Es nuestro y su día de la Marxmota, sí, así, con equis, porque el boticario, además de incombustible, es un marxista convencido, como les demostraré sin esfuerzo alguno.

Está visto que Rivera no lo conoce y que alguien -un topo del PP o Vox- está intentando colar un gol a los naranjas por debajo de las piernas. Porque a José Ramón Bauzá hay que atribuirle ese mérito, el de que siempre da, a primera vista, el pego. En 2011 muchos le teníamos por un centrista sensato, opuesto a la derechona de Carlos Delgado, que iba a modernizar el PP de las Islas y a intentar mejorar el trabajo de nuestras escuelas con aquella pomposa promesa de las "autopistas de la educación". Aquello acabó con su fiel conseller desesperado ante las 'cobras' que le hacía su jefe, que tras largarlo con cajas destempladas, fichó para sustituirle a alguien tan irrepetible e impagable como Sa Moma, de imborrable recuerdo para los caricaturistas de la prensa balear. Bauzá engañó a todos sus colaboradores más próximos, que hoy echan espumarajos con solo escuchar su nombre. Porque, además de irresponsable y temerario, fue profundamente desleal con todos ellos. Que se lo pregunten a Company, a Bosch o a tantos otros. Sus amigos políticos caben en un reservado de restaurante paellero, aunque hoy todos militen en Vox.

A Bauzá, el trilingüismo -el estandarte 'constitucional' que tantas puertas le abre en Madrid- le importaba un gigantesco pimiento, porque su obsesión, como bien simulaba, no era algo tan razonable como que los escolares tuvieran asegurado el conocimiento del castellano o del inglés: lo que pretendía era acabar con la lengua catalana en las escuelas (y en todas partes), algo que -como él quiere todavía hacernos creer- no solo soliviantó a nacionalistas y progres histéricos, sino a una buena parte de su propio electorado, cargos y alcaldes, que lo que querían era equilibrio, no una guerra civil.

Y así le fue en las urnas. Nadie ha hecho tanto daño a su propia formación como el engreído y narcisista expresident. A Biel Company le hicieron ayer el regalo soñado por todo político.

Y que el farmacéutico es un marxista de corazón es fácil demostrarlo. Toda su filosofía política se basa en los fundamentos ideológicos de Groucho Marx, a saber: En primer lugar, es obvio que tiene unos principios, pero si no le gustan a quien le pueda ofrecer un cargo, tiene otros.

Aplicó sin desfallecer durante su etapa de gobierno la máxima de que la política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados. Y, cuando armó una guerra contra la ciudadanía que sacó (¡en Mallorca!) 100.000 personas a la calle, pidió más y más madera.

No dudo de que si le preguntaran por el secreto de su victoria electoral de 2011 podría contestar: -El secreto del éxito se encuentra en la sinceridad y la honestidad. Si eres capaz de simular eso, lo tienes hecho.

Y como corolario marxista de Bauzá podríamos decir que decenas de miles de baleares jamás votarían a un partido que adimitiera como miembro a gente como él.

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