Veo que Mateo Isern, el nuevo alcalde de Palma, ha recuperado el crucifijo que había en su ahora despacho, una decisión que le alabo, porque hay que ser coherente con lo que uno piensa y con lo que uno cree. No faltarán los talibanes de siempre que cargue contra Isern por este gesto, los papanatas de lo políticamente correcto que respetan el burka y no el crucifijo que, si no recuerdo mal, representa a un hombre que murió por los demás, a un revolucionario de su tiempo que predicó el amor, la generosidad, la humildad, la fe en la humanidad… A un hombre que entregó su vida por defender aquello en lo que creía. Pero, estos ideales hoy en día no valen nada, por eso hay que eliminar cualquier símbolo que nos los recuerde y el crucifijo es uno de ellos. Debe ser que su presencia representa un peligro para alguien y los valores un problema.
