El beneficio de la insularidad

España es un país rico en cultura, tradiciones, lenguas, con gentes de carácter diferente, diferencias climáticas, de recursos naturales y de recursos económicos. Como también es diferente la incidencia del virus a lo largo de nuestra geografía. Tiene hasta archipiélagos.

En las islas hemos vivido siempre con la penalización que supone el coste de la insularidad. Esto quiere decir que, por el mero hecho de ser islas tenemos que pagar más por un kilo de cerezas del valle del Jerte o por unos zapatos de Alicante. Las empresas repercuten en sus productos los costes logísticos y encarecen el precio. La insularidad también lastra la productividad de las empresas locales que exportan sus productos. Y no hablemos del doble coste de oportunidad que sufren, por ejemplo, Menorca e Ibiza. Formentera, hasta el triple.

Este virus le está dando la vuelta a todo. Ahora, la insularidad nos beneficia y el turismo nos perjudica.

Estando así las cosas, con las previsiones económicas por los suelos, el gobierno central debe abrir el grifo, cuanto antes, para activar la economía local. Más actividad nos beneficiará todos. Y ellos podrán maquillar las terribles cifras en términos de empleo y recaudación de impuestos.

Las islas dependen del turismo, motor hasta ahora de la economía. Si echamos al traste la temporada, el motor se gripará y el vehículo se quedará tirado en la cuneta. La próxima temporada está a más de doce meses vista y muchos de los pequeños empresarios del sector no aguantarán esta larga travesía en el desierto.

Algunos hoteles y restaurantes previsores se están preparando para esta temporada, por si acaso el gobierno tiene a bien abrir el grifo. Están realizando inversiones en mamparas y otras medidas de higiene. Veremos cómo trasladan esos sobrecostes a los precios. Se acabaron los bufetes, los baños en piscinas a rebosar y las reuniones multitudinarias en las salas de baile. La forma de hacer turismo cambiará. Los ayuntamientos deberán ceder en su cerrazón antiterrazas y ayudar a bares y restaurantes en las limitaciones que, por el distanciamiento social, se impongan en el aforo máximo interior.

Pero no solo hay que permitir abrir comercios, también dejar salir a los consumidores. El estado de alarma debe acabar y, con los controles preceptivos, la gente debe poder salir a comprar. Es necesario gastar y reactivar la economía. Hay que permitir abrir comercios locales, contra cuyos intereses Amazon ha acabado de dar la puntilla durante este confinamiento. Salir a comprar al supermercado no es menos peligroso que ir a una zapatería, tienda de bolsos, boutique, papelería o joyería. Como tampoco es más peligroso que los jóvenes y niños asistan a clase o academias y, sin embargo, solo se les permite lo primero.

El daño de perder un curso escolar y regalar aprobados es inmenso. Es un regalo envenenado para los jóvenes. No solo por nuestra pérdida de competitividad futura como sociedad sino también la actual al premiarse la mediocridad y la ley del mínimo esfuerzo. Cuando menos, hubieran podido informar de la medida a principios de junio. ¿Qué aliciente tienen ahora los jóvenes por conectarse y seguir su clase si dos meses antes, ya saben que han aprobado?

El licenciado en filosofía ministro de sanidad debería dar más peso en sus decisiones a criterios económicos y educativos. Copie las mejores prácticas de otros países. Ellos tienen claro que la educación y la economía son, no ya el futuro, sino que permiten no perder el tren del presente. Estamos muy lejos de ellos y, lo peor, estamos llegando tarde

Suscríbase aquí gratis a nuestro boletín diario. Síganos en X, Facebook, Instagram y TikTok.
Toda la actualidad de Mallorca en mallorcadiario.com.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Más Noticias