Diáspora

Resulta imposible evadirse del triunfo obsceno de nuestro mallorquín más universal, creo junto a Juniper Serra. No voy a competir en elogios y alabanzas, pues entiendo que no tiene ningún sentido. Me alegro de que ganase, mucho; como mallorquín es un orgullo, y hasta ahí llego.

Lo que más me asombra de Rafael Nadal es que haya tenido el pico de forma física durante 17 años. No conozco otro deportista con esa capacidad. Detrás de sus triunfos, no solo hay talento y una habilidad descomunal; hay ciencia médica para regular de forma adecuada el organismo.

Imagino que cuando se retire del tenis tendrá que seguir conviviendo con el dolor, pues los esfuerzos a los que ha sometido su cuerpo no son gratuitos. Son como el dry Martini, siempre vuelven. Cuando iban dos set a cero auguré que estábamos ante un cambio generacional y que fue una carrera impresionante hasta ayer. Es evidente que me equivoqué, afortunadamente.

Ayer compartí mesa con unos amigos de cabecera, como fue mi empresario, articulista y psiquiatra, dejando al margen, para conservar su buen nombre, a la quinta persona. Algunos, entre ellos yo, elegimos un bacalao en salsa que era inmejorable, punto justo de sal, punto justo de cocción, la salsa en su punto justo de espesor; lo que se puede llamar una delicia de plato de los de antaño, sin un aire de nada, ni una deconstrucción de otro nada, sino solo bacalao y sus verduritas chuf chuf…

En esa comida nos dedicamos a interrogar a quien presidía la mesa sobre sus planes de futuro a corto, medio y largo plazo. Sin lugar a dudas fue interesante, ilustrativo y educativo. Argumentó bien y encajó mejor las opiniones adversas aunque, obviamente, no eran de su agrado.

Para su infantería son momentos muy difíciles, pues están cruzando un desierto de oposición abandonados y dejados en las manos de Dios. Están en plena diáspora, y son los que mantienen la llama viva de la organización de quien presidía la mesa. Reclamé para esos luchadores un premio o una recompensa en próximos procedimientos electorales, incluso poniendo nombres encima de la mesa. En la política algo debe haber de premio o de reconocimiento a los que se han encargado de trabajar en las cloacas o en trincheras cual línea Maginot.

No se puede entrar como elefante en cacharrería, como dice el acervo popular. Hay que manejar sensibilidades y respetar a aquellos que le han precedido y que en ningún caso lo han tenido fácil.

Pero, ¿saben?, la lectura que hago después, ya conocen mi optimismo militante, es que hay partido, que ese partido hay que jugarlo, y que la persona que presidía la mesa es como Rocki Marciano, la gran esperanza blanca para devolver la prosperidad a este pequeño país castigado por sucesivas crisis de diverso tipo. Necesitamos, como dijo el Presidente Aznar en Valladolid el domingo pasado, unidad.

Esta unidad es necesaria para rescatar del peor gobierno de la historia a este pequeño país, así como rescatar a su capital, Palma, de un Alcalde que no merece llevar la vara de mando, de no poner su mano en la bola que culmina en su parte superior el estandarte de Palma. Ser Alcalde de Palma es un honor reservado a unos pocos elegidos para que administren con lealtad nuestra Ciudad. El Almirante Hila no cumple con tal propósito y será el propio Almirante, con sus resultados electorales dentro de quince meses, quien, a su vez, nos liberará de la Presidente Armengol. Y yo lo celebraré.

Ambos dos son responsables, y a ambos les señalo; responsables de la miseria de mucha gente. De haberse dedicado a lo superficial en lugar de resolver los problemas de este pequeño país. ¿Cuántas viviendas han hecho en seis años? ¿Cuánto han aumentado las colas del hambre en esos seis años? ¿De verdad creen que no son responsables de esos dramas?

Ayer respiré aire nuevo: ilusión, creación de empleo, bajada de impuestos, dignidad de ostentar un cargo, dignidad de tener un trabajo, generación de riqueza, volver a la senda del crecimiento, paz social, higiene, desaparición de plagas. Vida y salud. Por un momento, pensé que lo que estamos viviendo hoy no es real, que es un mal sueño. Abrí los ojos y volví al mundo real. Somos una ciudad pobre y sucia. Me da mucha pena.

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