Sí, lo confieso, soy un gran fan de Engelbert Humperdinck, ese gran cantante melódico británico cuyo nombre nunca he sabido pronunciar bien. Y si ahora lo he escrito correctamente, ha sido porque hace un momentito consulté la Wikipedia. Es posible que al leer esta sorprendente confesión personal, algunos de ustedes dejen de seguir ya este 'Diario de un confinado', pero necesitaba decirlo en estos momentos.
Debe de ser cierto que en los momentos más difíciles o complicados los seres humanos solemos tener una irrefrenable tendencia a ser más sinceros que nunca con nosotros mismos y con los demás, siempre y cuando no incluyamos en ese amplio grupo a nuestros jefes, nuestros asesores fiscales, nuestras posibles parejas, nuestros dietistas y, por último, a los inspectores y subinspectores de la Agencia Tributaria.
Mi admiración por el intérprete de «Release me» o de «Spanish eyes» es uno de esos placeres culpables que uno rara vez se atreve a reconocer públicamente en situaciones de normalidad. Otros placeres culpables personales que me atrevo a contarles hoy están relacionados con el cine o con la literatura. Así, me gustan especialmente las películas de serie B, aunque mi buen amigo Pau dice que las que más parecen gustarme son en realidad las de serie Z. Si hablamos de libros, he de reconocer que en mi pequeña biblioteca no abundan las obras maestras. No citaré títulos concretos para no perder los cuatro o cinco lectores que me puedan quedar aún en estos instantes.
Si a algunos de ustedes también les gustase el gran Engelbert Humperdinck —he tenido que mirar de nuevo la Wikipedia—, les recomiendo una actuación suya que a mí me encanta y que se puede ver por Youtube. Fue en el programa «Hollywood Palace», en octubre de 1969, en donde interpretó «Quando, quando, quando» a ritmo de bossa nova. Quizás la coreografía, el vestuario, el decorado con toques orientales y todo el conjunto tuvieran en el fondo un cierto tono «kitsch», pero es que el «kitsch», ay, también me encanta.