…hasta la victoria final. El maléfico ZP llegó a la Moncloa en un tren de cercanías, el insípido Pedro Sánchez lo ha hecho en un tren de mercancías, aupado por PNV, Bildu, Podemos, más un corrillo de partidillos. Es decir, que desde el fracaso se aupó al triunfo, sin importarle el coste. Tiene un tren de vagones de mercancías, para el mercadeo y el trueque, para conseguir el objetivo; rellenar su ambición y desalojar de la Moncloa al «indecente» y corrupto Rajoy. Un atrevido apunte; solo en Andalucía, casos ERE, Invercaria, Unidades de Empleo, Facturas UGT…, hay más de seiscientos imputados por la Justicia.
Se anuncia que, mientras Pepe Borrell va para Ministro — olvidados ahora sus teje majes en la Agencia Tributaria catalana —, Jordi Sevilla rechaza ser ministro de Sánchez, dada la precariedad del futuro gobierno. Tal negativa es un síntoma de cuanto nos puede sobrevenir en los próximos meses o años; que gobierne España un francotirador de la política, con el crematístico apoyo de un partido político traidor a la República, devoto de Franco tiempo atrás, amante de los presupuestos el jueves y apóstata el viernes.
Ya circula, entre las filas del PdCat y demás siglas afines, el término «traición», fruto del posible nombramiento del ministro que masacró a la excelsa Lola Flores, mientras la Artadi expresa su deseo de aprovecharse de la debilidad del gobierno a estrenar. Un gobierno que comienza a temblar ante una posible enmienda a los PGE en el Senado, actuación parlamentaria tan legítima y legal como la moción del viernes pasado. Un golpe de mano parlamentario de un hombre que, de derrota en derrota ha alcanzado la victoria, con el sostén interesado de grupos que no desean ni quieren a una España, a la cual anhelan ver desmembrada. Una España que les produce arcadas hasta en su nombre. Sin embargo, la ambición de Sánchez más la incompetencia de Rajoy y sus conmilitones, con Arriola a la cabeza, han consentido que España tenga el gobierno más anti españolista de su historia. Anti españolista en el fondo y en las formas, Un fondo que se intuye que asediará las esencias históricas y tradicionales de la nación. Por lontananza se anuncia más ideología de género, más laicismo, más guerra civilismo, menos libertad de enseñanza, Concordato con la Santa Sede a la papelera, más gasto público, más impuestos, más entrega al independentismo bajo cualquier bandera e implantación de una justicia al estilo de Prada. Y así, hasta el vacío de las esencias liberales y democráticas. Ha entrado el leninismo en Moncloa, como reclamó el Pablo, en un hemiciclo convertido en una Duma bolchevique, puño alzado y grito en la garganta. Otro aprovechado en ciernes que, votado al pánfilo, le solicita no solamente formar gobierno sino el poder de la propaganda leninista en todo el territorio, quedando atrás lo de la cal viva.
Y si pasamos a las formas, estamos a las puertas de implementar esa «república» que se publicita por territorios independentistas; que surge de las voces de actores, actrices, junto con histéricas políticas leninistas, apadrinados todos por el peligroso masón ZP. Una república destripada en estados federales al gusto del consumidor, mientras haya algo que consumir. Y, entretanto llega el anhelado momento, a incrementar el déficit, a elevar la deuda pública, a despreocuparse del empleo, a castigar a todo aquel que no piense igual, tildándole de fascista o franquista. El odio saldrá a flote con toda su intensidad, sin miramiento alguno, y se dedicarán todos los esfuerzos a abrir un paréntesis el 18 de julio del 36 para cerrarlo el 29 de diciembre del 78, declarando todo cuanto aconteció en ese periodo ilegal, ilegítimo y nulo. Se formateará el disco de la historia permitiendo una nueva estructura política a partir de la «luminosa democracia republicana», auspiciando la caída de la monarquía parlamentaria, hija del nulo régimen. Recuperar aquella «república federal» en la cual incluso tendría cabida la catalana del «mártir» Companys, esa es la gran aspiración de un socialismo liderado por el rasputin ZP y secundado por una corte integrada por socialistas completamente distintos de aquellos Guerra, Boyer, Solchaga, Solana, Almunia…, antes nefastos, hoy añorados.
Pero no, aquel tiempo ya pasó, y ahora nos toca apechugar con esos personajes sectarios y totalitarios quejándonos de que ni Rajoy ni Santamaría ni Arriola fuesen capaces de intuir que Sánchez iba en serio, que el PNV lleva en su ADN la traición, que Rivera no es el rey del mambo y que un ministerio no es una propiedad personal, sino un simple precario. Demasiado engreimiento en unos y demasiado odio en los otros; mientras el españolito contempla cómo por mor de veintitantos partidillos — que con otra Ley Electoral no pisarían moqueta — deciden quitar y poner gobiernos, sin respeto alguno a millones de españoles que no desean un cambio del sistema, sino su regeneración. Españolitos que no están conformes con que una ex ministra que proclamó que el dinero público no es de nadie, sea vicepresidente sin someterse a un comité que establezca su idoneidad para el cargo. Pero, parece que España se merece un gobierno nacido del mercadeo e integrado por fieles al mercachifle. La lealtad es mérito, la aptitud no es requisito.