La caída global del servicio de Whatsapp el pasado miércoles por la noche, dejando colgados a millones de usuarios en todo el mundo, causó algún que otro nerviosismo entre quienes no podían comunicarse con sus hijos, esposa/o o querida/o.
Más allá de un simple hecho puntual, me lleva a una aparentemente nimia reflexión pero con importantes repercusiones: Existe una relación de intensidad máxima entre nuestro modus vivendi y el uso de la tecnología (y viceversa). Es más, me atrevería a decir que existe una relación de dependencia. Dependemos de la tecnología para vivir. Nótese que implícitamente existe una afirmación subyacente en la principal y es que al hablar en primera persona del plural (“nosotros”) estoy incluyendo prácticamente a todos los seres humanos del planeta.
Si el “apagón” de Whatsapp se juntase con el colapso de Internet, o el bloqueo informático de satélites, centrales eléctricas, nucleares, redes bancarias, transporte de personas y mercancías o de otros servicios básicos; amén de posibles catástrofes, la situación resultante nos dejaría en una situación de total indefensión. Eso es lo que ocurre al depender de algo o de alguien. Cuando te falla aquello de quién o de qué dependes, estás vendido. No tenemos plan B para vivir si nos falla la tecnología. Algunos agoreros ven factible que ese desolador panorama pueda ocurrir a causa de las tormentas solares sobre las que no tenemos control alguno.
Hasta aquí, el planteamiento parte de la premisa de que la tecnología está a las órdenes de la voluntad humana, pero ¿qué ocurriría si la tecnología dependiera de la tecnología?
En este sentido, una de las mentes más brillantes de la actualidad, como es la de Stephen Hawking ha concretado la causa de la próxima destrucción del planeta. Según él, no será un virus exterminador ni el cambio climático. Ni siquiera una guerra nuclear, a pesar de que Trump no deje de tentar a la suerte en Corea del Norte. Será la tecnología dotada de capacidad de raciocinio, es decir, la llamada inteligencia artificial. El científico nos da 100 años para que los robots inteligentes tomen el mando del planeta y lo hagan inhabitable. Ese es el tiempo de que disponemos para abandonar este planeta y habitar otros. Podría pasar como con la energía nuclear que, con todos sus beneficios, se nos fue de las manos y se empleó contra objetivos civiles, muy a pesar de las advertencias de otro célebre científico: Albert Einstein. Como él dijo: “Hay dos cosas infinitas: el Universo y la estupidez humana. Y del Universo no estoy seguro”.
Demos impulso a iniciativas como la de Elon Musk que nos quiere llevar a Marte en pocos años. Aún no ha conseguido llevar una planta para que eche raíces pero lo está intentando. Y lo que este millonario empresario se propone, acaba consiguiéndolo. Es cuestión de tiempo.
Mientras tanto, deberíamos aprovechar las bondades actuales de la tecnología y dejarla en buenas manos. Quienes están programando los robots que nos quitarán la mayoría de trabajos en breve, deberían intentar salvaguardarnos de una posible “rebelión de las máquinas” como la narrada en la saga Terminator. La ficción suele ser superada por la realidad.
Mientras tanto, sigamos aprovechando, entre otras tecnologías, el Whatsapp. Los conductores del nuevo servicio de autocares Aerotib ya lo hacen. Han creado un grupo en el que denunciar los desmanes de los taxistas en el aeropuerto de Palma. El día de la inauguración hubo un solo incidente. Me da que ese grupo de Whatsapp va a echar humo este verano.