El otro día no pude evitar emocionarme al ver un vídeo que se llamaba “La sorpresa. Dedicado a todos los que están lejos”. En él, se relata la historia de algunos de esos miles de jóvenes a los que la crisis ha empujado a partir lejos de su hogar para buscar una oportunidad. También relata la pena de unos padres que sienten el dolor de no poder hacer nada para evitar que sus hijos se marchen a labrarse un futuro en vista de la situación laboral que padece España. Ambos, padres e hijos, son las víctimas de un problema que no han generado, un problema por el que no van a tener que llorar los que sí lo han causado, que tienen solucionado de por vida su futuro profesional y, en la mayoría de los casos, el de su entorno más cercano –o incluso lejano-. Como ver esta injusticia tan grande hace que me hierva la sangre, me he tomado la licencia de dedicar esta columna a todos los jóvenes que tienen que emigrar para poder trabajar. A todos esos jóvenes a los que, espero, hagamos un hueco para que puedan volver a casa más pronto que tarde. La generación perdida la llaman. La más preparada, con más idiomas y ganas de comerse el mundo pero sin una sola oportunidad laboral. Un trabajo digno que les evite pensar que nada de lo que hicieron mereció la pena, que tantas horas bajo la luz de un flexo no fueron en balde. Esta situación, que pone a España en el punto de mira de nuestros vecinos europeos, no solo separa a familias, parejas o amigos sino que debilita el enriquecimiento de una sociedad española envejecida. Muchos recursos destinados para la universidad, idiomas, muchas becas para formar a los jóvenes españoles. Unos frutos que ahora saborearán otros países que no se lo pensarán dos veces a la hora de dar una solución de futuro a todos aquellos jóvenes valientes y valiosos que no se han quedado de brazos cruzados viendo cómo pasan los días y con ellos la posibilidad de obtener un primer empleo. Los políticos españoles deben parase a pensar qué sociedad estamos construyendo, quién pagará las pensiones, y cómo vamos a recuperar, si alguna vez les ha preocupado, a toda esta fuga de cerebros a los que hemos dejado de lado. Sé que escribiendo esta columna no voy a cambiar nada. Sé que quiénes se acuesten lejos de casa no despertarán más cerca después de estas líneas, ni evitarán que unos padres lloren mientras ven cómo su hijo se sube a un avión, ni cambiarán la conciencia de una sociedad adormilada, con el corazón ennegrecido por la costumbre de verse obligada a aceptar como habitual lo injusto. No obstante, estas líneas son todo lo que humildemente puedo hacer. Es mi pequeño homenaje para todos aquellos que están fuera. Para todos los que han tenido que salir. #Dejadnosvolver @PabloPTU
