El partido no fue de patio de colegio, pese a la ingenuidad de un Girona que a ratos mejoró su nivel defensivo a costa de sacrificar su eficacia ofensiva. Una sola ocasión en la que Cifu no conectó con eñl balón a un metro de la portería local iba a convertirse en la única opción de marcar que atesoró el equipo de Machin, en contraposición a las malogradas por Juan Rodríguez y Brandon, clamorosa esta última ya con uno a cero en el marcador.
La referencia al recreo colegial viene a cuento de la forma en que Culio, de libre directo, anotó la victoria. Fue Longo quien desvió el balón lejos del alcance del meta visitante, circunstancia sin la cual el resultado hubiera sido de empate a cero por muy merecida que fuera la victoria local. Y es que, pese a que los tres puntos se hayan quedado en casa, el Mallorca volvió a acusar su evidente falta de gol que como en nuestra infancia valía aunque fuera de rebote.
En su conjunto los de Fernando Vázquez no jugaron mejor, ni tampoco peor, que otras veces. Movieron el esférico con más velocidad e intención que su oponente y se hicieron acreedores al resultado final. Nada que objetar. Siguen manejando bien el capote, dominan la faena, pero les cuesta matar. En frente tuvieron a un morlaco espeso en la embestida, inseguro en la salida y muy poco inspirado.
Llegó la primera y deseada victoria que augura una semana tranquila aunque corta, pues la liga se reanuda el jueves en Tenerife. No obstante, si antes había algún problema, no se ha resuelto, si bien no es menos cierto que el uno a cero permite cambiar la perspectiva.
