De la pandemia que termina, ¿al nuevo orden que comienza?

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“En la rueda de prensa de hoy hemos dado datos importantes en relación con los pacientes CON COVID y POR COVID EN Madrid:

-El 38% de los ingresos de adultos son CON COVID, es decir PCR positiva pero NO enfermedad x COVID

-En Pediatría son un 46%

-En UCIs es un 37,7%”

Antonio Zapatero, Viceconsejero de Asistencia Sanitaria y Salud Publica de la Comunidad Autónoma de Madrid y Ex Presidente de la Sociedad Española de Medicina Interna, en Twitter.

¿Qué significa esto? Pues que la autoridad competente reconoce que las cifras de ingresos hospitalarios están infladas, de modo que si es usted una persona que decide intentando basarse en datos y argumentos racionales, debe recalcular la conveniencia de inyectarse los tratamientos profilácticos llamados vacunas considerando que los riesgos reales de la enfermedad son casi la mitad de lo que nos decían.

Otra: Sanidad recomienda retrasar la tercera dosis a los cinco meses desde el contagio, en lugar de las cuatro semanas recomendadas hasta ayer.

Algunos ya advertimos que vacunarse al mes del diagnóstico era una barbaridad. Ahora hace falta que escuchen a los expertos que avisan de que vacunar en plena ola es otra barbaridad. ¿A cuántos infectados habrán pinchado, empeorando su situación? ¿Y qué significa esto? Pues que si es usted una persona racional y ha superado la enfermedad, deberá reconsiderar si le conviene vacunarse y en su caso, cuándo. Recordando también aquello que dijo la Agencia Europea del Medicamento de que dosis reiteradas pueden agotar su sistema inmune y que quizás convenga reservar la vacuna para preparar los inviernos. Por último deberá considerar también que las farmacéuticas han anunciado que reformularán sus vacunas para adaptarlas a ómicron, no sea que se esté usted inyectando sin motivo un fármaco a la vez experimental y obsoleto, exponiéndose a sus efectos secundarios sin obtener beneficio.

La realidad de la epidemia, que todos estamos constatando en nuestro círculo cercano, es que muchísima gente está pasando la enfermedad, la mayoría de manera leve, por lo que es previsible que en breve alcancemos una inmunidad de grupo, ahora sí, que por fin normalice la situación, sin que podamos hacer nada por evitarlo (afortunadamente, me atrevería a decir, porque el remedio de nuestras autoridades ha resultado peor que la enfermedad). Hay veces que lo más prudente es no hacer nada. Si nos hubiera pillado con Rajoy...

Los hospitales tienen trabajo, pero aguantan. Cada semana es más evidente que procede ir retirando restricciones, como ya están haciendo diversas comunidades autónomas y países como el Reino Unido o Irlanda. Comenzando por aquellas medidas que se han demostrado ineficaces o arbitrarias, como el nefasto ‘certificado covid’. Si algo ha quedado claro es que los vacunados contagian y que el pase no sirve para frenar al virus. Es preciso acabar cuanto antes con esta medida que segrega y discrimina injustificadamente a una parte de la población. Debemos seguir el ejemplo de los mejores, y en caso de duda decidir siempre a favor de la libertad. Malos tiempos estos en que hay que recordar obviedades.

Sin embargo, la UE ha acordado exigir el dichoso certificado para viajar. Además, caducará a los nueve meses, salvo que se reciba la tercera dosis, que ya nos dirán cuándo caducará si no nos ponemos la cuarta. Por lo ya expuesto la medida es absurda, de modo que es razonable buscar otra explicación para este empecinamiento en los pasaportes y los pinchazos periódicos.

Lo que nos conduce al verdadero meollo del asunto, porque algunos nos preguntan que por qué hablamos tanto de la pandemia y de los pasaportes, y es que resulta que estamos en lo que probablemente sea un punto de inflexión en nuestras sociedades: un momento en que los avances tecnológicos propician cambios radicales que no deben promoverse a la ligera, sino con un debate transparente y sosegado.

En paralelo con el debate sanitario, la UE está desarrollando un sistema de identificación digital. Por otro lado, los bancos centrales están desarrollando divisas digitales que podrían terminar con el dinero físico. Junto con el pase covid, esto conduciría a que cada ciudadano dispondría de una especie de carné digital, primero en su móvil y después en un chip como el de los perros, donde constaría toda su información y que necesitaría para acceder a todo tipo de servicios e instalaciones.

Esto, que es cierto que presenta grandes ventajas y que probablemente terminará haciéndose realidad tarde o temprano, ha sido acelerado por la epidemia y es innegable que también presenta importantes riesgos. Imagínese el control del poder sobre cada ciudadano con esta herramienta: bastará un clic para prohibir a cualquiera desplazarse o adquirir cualquier bien.

Por más que nos digan que es por nuestro bien, es cuestión de vida o muerte retrasar la implementación de estos instrumentos para asegurar un adecuado control democrático. Y sin embargo, me temo que estamos viendo cómo la democracia se desvanece al tiempo que las nuevas tecnologías se extienden. Porque democracia, no lo olvidemos, es garantizar los derechos de cada persona frente a los demás y frente al Estado. Pero nuestros derechos quedan a merced del poder cuando éste controla toda la información que recibimos. De modo que sugeriría parar un momento, que ya no hay ninguna emergencia sanitaria, y exigir que nos expliquen bien qué estamos haciendo.

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