Jeremy Bernard Corbyn es un político británico de 66 años de edad y desde el pasado día 12 nuevo líder del Partido Laborista tras ser elegido en primarias con el 60 % de los votos, que se define como pacifista y republicano, vegetariano y que utiliza la bicicleta para sus desplazamientos, colaborador habitual de campañas internacionales de derechos humanos, veterano diputado desde 1983, que ha pasado de ser un candidato arrojado a los leones de la disputa interna partidista con la única expectativa de enriquecer el debate ideológico, a proclamarse ganador indiscutible en la primera vuelta. Un político que según Albert Rivera, líder de Ciudadanos, debería haber dejado la «regeneración política» en manos de los «nacidos en democracia», de los que rondan los 40 años.
Es el propio Partido Laborista, uno de los partidos al que, en España, la emergente hornada de políticos hambrientos de poder llamarían casta, uno de los dos partidos que han venido alternándose en el Gobierno de la cuarta economía del mundo durante la mayor parte de su historia, el que adopta el nuevo, o mejor dicho, el viejo discurso. Un proceso, por primera vez en Europa desde la crisis financiera de finales de la década pasada, de viraje hacia la izquierda, al que asiste, asombrado, en mayor o menor medida, toda la izquierda europea, en una sola palabra el laborismo ha emprendido su huida del centro político.
Corbyn ha insuflado una nueva energía a los militantes del Partido Laborista, ha ilusionado a una generación desencantada y ajena a los mecanismos tradicionales de la gestión pública, prometiendo una nueva forma de hacer política.
Según opina Len McCluskey, secretario general del sindicato Unite, “El establishment británico ha sido sacudido hasta la médula, incluido el laborista”, y “Por primera vez se ha puesto en la agenda una alternativa real a la austeridad, a las políticas neoliberales. Es un discurso que los jóvenes nunca han escuchado”. Desde que, de la mano de Tony Blair y su teoría de La Tercera Vía, en los noventa, el partido diera un bandazo en la dirección contraria a la que se dirige ahora.
Al nuevo líder no le espera una labor fácil, porque su apoyo en la calle no se traduce miméticamente en el aparato del partido, ni en la bancada laborista en el Parlamento, en la que Corbyn se sienta desde 1983, pero donde apenas cuentas con apoyos.
Su mayor reto es retener, por una parte, a aquellos recién llegados y convencer al aparato de que todas las ideas tienen cabida bajo el paraguas de su prometido nuevo estilo de liderazgo, cuidándose las espaldas de sus propios comilitantes laboristas.
Sobre todo si nos acordamos de la anécdota que cuentan de Sir Winston Churchill. Se trata de una frase lapidaria que dirigió a un joven parlamentario de su partido, que se estaba iniciando en las lides parlamentarias y le estaba comentando ingenuamente al viejo zorro que, los enemigos de nuestro partido se encontraban en la bancada de enfrente. Según el entonces primer ministro, el joven diputado tory incurrió en un craso error. Ya que Churchill pensaba que sus adversarios eran los de enfrente (la oposición laborista y los whigs) y sus enemigos, los colegas de su propio partido. Por eso el sagaz y avezado parlamentario le dijo cínicamente al neófito: «Nuestros adversarios están enfrente, nuestros enemigos atrás».
En el sistema británico, los legisladores del Gobierno se sientan en una grada del parlamento, y frente a ellos está otra bancada donde se sientan los líderes partidistas y políticos más expertos. Detrás de cada uno de ellos están los jóvenes con menos experiencia y gran ambición (como el joven al que Churchill aleccionaba).
El siete veces primer ministro italiano, uno de los máximos exponentes del partido Demócrata Cristiano Italiano, el ácido Giulio Andreotti, se refería a la camaradería de su partido con una memorable frase: «Hay amigos íntimos, amigos, conocidos, adversarios, enemigos, enemigos mortales y… compañeros de partido».
Jeremy Corbyn para poner en práctica sus ideas tendrá primero que lidiar con los integrantes de su propio grupo parlamentario, aunque, según todos los analistas políticos, la rebelión contra la austeridad conservadora, tras años de tímida oposición, ha llegado al laborismo británico de la mano del veterano diputado, un diputado laborista en la línea de Syriza.