Miquel Pascual

De Blair a Corbyn: Un giro a la izquierda (2)

Tanto los laboristas británicos como sus primos continentales han comprobado estos años en las urnas, que su desplazamiento hacia el centro en busca de moderados y de la bendición de los mercados ha desdibujado su perfil y les ha alejado de sus votantes tradicionales. No es de extrañar que, en muchos casos, una parte de sus partidarios haya desertado o buscado alternativas que creen más auténticamente de izquierdas. En ese deprimente contexto, la ilusión que ha despertado Corbyn entre militantes y simpatizantes, especialmente entre los más jóvenes, que han participado de forma masiva en su elección, habla tanto de la demanda de cambio como de la perspectiva de renovación generacional en las bases. Otra cosa es que eligiendo a Corbyn los laboristas mejoren sus posibilidades de gobernar. Eso lo tienen que decidir los votantes. Es indudable que este giro a la izquierda ha podido alarmar a algunos sectores moderados y poner en riesgo la imagen del laborismo como partido de Gobierno.

En cuanto conoció la noticia de la elección de Corbyn, el primer ministro británico, el conservador David Cameron empezó su campaña para desacreditarlo, saliendo tal cual un elefante en una cacharrería, cargando duramente contra sus opositores, diciendo que tras la elección de Jeremy Corbyn como líder, “El Partido Laborista es ahora una amenaza a la seguridad nacional, a nuestra seguridad económica y a la seguridad de sus familias”, toda una declaración de principios de la munición gruesa que va a emplear de ahora en adelante contra su opositor.

Una mujer escribió en el popular foro femenino británico Mumsnet:”Jeremy Corbyn es atractivo al modo de un viejo lobo de mar”, es “muy sexy”.

Desde que se publicaron los resultados de las encuestas favorables a Corbyn, venerables y respetadas figuras del partidolaborista no dejaron de advertir a sus correligionarios de que presentarse a unas elecciones generales con Corbyn como candidato a primer ministro sería un suicidio, y hasta  un antiguo asesor de Blair calificó de “imbéciles” a quienes nominaron a Corbyn.

Corbyn es un personaje entrañable, éticamente intachable, querido por casi todos en el partido, y aunque no genere antipatía personal, el consenso es prácticamente absoluto en el mundo político británico de que con Corbyn a la cabeza el laborismo dejaría de ser una opción de Gobierno y se convertiría en un mero movimiento de protesta.

Entre los conservadores y los defensores de la antigua Tercera Via de Tony Blair en el propio partido laborista han hecho una pinza en la que pretenden ahogar al recién elegido líder, que de no tener capacidad para romper el sitio al que ya está sometido, peligra su presentación como candidato a primer ministro en las elecciones a celebrar en el año 2018.

Corbyn es un alma pura cuyo objetivo prioritario no es conquistar el poder apelando a un amplio, revuelto y promiscuo frente electoral,  que es lo que hacen los Tony Blair, Hillary Clinton y, en España, Pablo Iglesias.  Según John Carlin, escritor y periodista británico, Corbyn es un Peter Pan, anclado en la eterna juventud de la izquierda revolucionaria,  que dado a elegir entre atenerse a sus principios o adaptar su discurso a las exigencias del supermercado electoral, opta por ser fiel a sí mismo. Para continuar diciendo, es un Quijote inglés, a la vez ingenuo, valiente y honorable, en una era en la que los partidos se venden como si fueran marcas de detergente, Corbyn apela al anhelo de muchos, especialmente los jóvenes, de identificarse con una causa que perciben como auténtica, justa y noble.

Algunas de las propuestas sociales de Corbyn y que han levantado ampollas entre los conservadores y los social-liberales británicos de su propio partido son las siguientes: La renacionalización de las compañías energéticas, la renacionalización de los ferrocarriles, y la nacionalización del Royal Bank of Scotland, rescatado en 2008 (con dinero público, como en España); subir el salario mínimo e imponer un salario máximo; el rescate de los hospitales construidos con capital privado, pagando con dinero público su deuda con las empresas; en educación, la eliminación de las tasas de matrícula, lo cual tendría un coste que financiaría con subidas de impuestos a los más ricos.

Un programa político y unas propuestas electorales que firmaría cualquier partido socialista y que en este momento se está cuestionando hasta en el propio congreso del partido laborista británico.

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