Hoy es mi cumpleaños, 48 abriles ya a mis espaldas, y como decía la famosa canción de Joaquin Sabina “y por lo menos lo puedo contar”, más con la que está cayendo estos días.
Si me hubieran dicho hace un año que estaría así, jamás me lo hubiera creído; que celebraría mi cumpleaños solo con los muy cercanos, sin mucha fiesta, ni alboroto, como a mí me gusta hacer. Al que osara decírmelo, no le hubiera creído.
Gente con mascarillas por la calle, amigos a los que no poder abrazar, una nueva realidad difícil de aceptar.
No obstante, lo más complejo de la situación es saber que esto no se pasará en poco tiempo y que, posiblemente, ciertos hábitos han llegado para quedarse. Me atrevería a asegurar que todavía no hemos visto lo peor, que, según parece, está por llegar en unos meses.
Sin embargo, el ser humano se acostumbra a todo, incluso a estas horribles mascarillas con las que nos vemos obligados a ir y que, poco a poco, comienzan a ser parte de nuestra realidad.
Yo ya me he ido mentalizando de que lo que tenemos ahora está creando las bases de una nueva realidad, y que muchos de estos hábitos han venido para quedarse. Es curioso: cuando una lo piensa así, parece que no son tan malos, y lo que en una principio me causaba rechazo, comienza a parecerme normal.
Este año, como cada año, he tenido la fortuna de ser felicitada por muchos grandes amigos que llevan a mi lado más de 30 años y que pueden seguir haciéndolo porque siguen ahí.
También algunos de ellos nuevos, más recientes, que en estos últimos años han pasado a ser parte importante de mi vida, una gran vida rica de experiencias y vivencias que hacen que las canas y las arrugas pesen menos y sean más llevaderas.
Aunque es cierto que empiezo a no reconocer a la persona que veo en el espejo y que mi vida ha cambiado mucho en los últimos años, cuando me llaman esos amigos de la infancia, de mi tierra Vasca natal, y me cuentan que 'fulanito' va a ser abuelo, o que 'mengano' tuvo un cáncer la primavera pasada, automáticamente mi cerebro me lleva a ese evento, o al recuerdo de aquella persona, y, como si se tratara de un suspiro, me parece verlos ahí mismo, o sentir la emoción que sentía en aquel entonces.
Pero después llega la realidad y las noticias me hacen ver que es otro momento existencial el que vivimos, que el tiempo ha pasado y que aquello no volverá.
Todo ello me hace tener una sensación agridulce, sentir una pena en el alma por la pérdida de lo que fue, y, al mismo tiempo, emoción por poder crear una nueva realidad y ser parte de la historia que entre todos vamos a crear.
El poder estar sana y poder contarlo, después de haber padecido el coronavirus, me hace sentirme más fuerte y con ganas de seguir haciendo muchas cosas y pensar que todavía me queda la mitad de mi vida para poder ver muchas otras cosas.
Gracias a ustedes, mis queridos lectores, y a todos los que me escriben en mi web www.beatrizvilas.com, o me dejan mensajes en las redes, puedo seguir llenando estas líneas cada semana, para poder seguir creciendo por dentro y por fuera.
Es por eso por lo que, incluso con esta pandemia, seguiré agradecida por poder, un año más, contarlo.
Gracias a todos por seguir estando al otro lado de la pantalla, leyendo ahora estos pensamientos de esperanza, para los próximos años que nos quedan por vivir, porque la vida es mágica y entre todos conseguiremos salir de ésta y algún día contaremos a nuestros nietos las anécdotas que ahora vivimos como tragedias.