La psicología lleva años advirtiendo de un peligro concreto de las redes sociales. Facebook, Instagram o TikTok se han convertido en campo abonado para el narcisismo, un trastorno de la personalidad cada vez más frecuente entre jóvenes que interiorizan una idea de superioridad completamente alejada de la realidad.
El filósofo Buyng Chul-Han también se ha ocupado del asunto en varios de sus libros. El narcisismo no nace con las nuevas tecnologías, pero éstas son capaces de generar una cantidad ingente de falsos vínculos que provocan una necesidad patológica de ser aceptado por todo el mundo. Por utilizar su misma expresión, el "enjambre digital" del que habla Han multiplica los estanques en los que el narciso tiene ocasión de enamorarse de sí mismo.
Paradójicamente, ese aire irrazonable de superioridad se puede alcanzar también por la vía opuesta, o sea, cuando todo te la bufa. Se ha escrito mucho sobre los efectos tóxicos que provoca la obsesión por despertar una admiración universal, pero el ridículo puede ser aún mayor cuando uno toma el camino en dirección contraria y decide ponerse el mundo por montera sin importarle nada. Así como la excesiva fijación por el elogio suele afectar sobre todo a los jóvenes, la pérdida completa de filtros a menudo sobreviene con la senectud.
Un ejemplo es José Félix Tezanos, un señor de 76 años que se afilió al PSOE en 1973. Son dos tercios de su vida dedicados al partido, 50 años de militancia, medio siglo de compromiso con unas siglas que está culminando con un último favor a la causa que le solicitó Pedro Sánchez colocándolo al frente del Centro de Investigaciones Sociológicas.
Insisto en la duración de su militancia socialista porque es la única explicación que encuentro para que un catedrático de sociología que podría estar jubilado hace un década arruine su prestigio profesional errando una y otra vez en sus predicciones electorales, siempre a favor del partido en el que milita, y empleando para ello varias decenas de millones de euros públicos. Desde 2018, el año que Tezanos comenzó a manipular el CIS, su presupuesto anual se ha incrementado un 45%.
Por eso el caso de Andreu Manresa al frente de la radiotelevisión pública de Balears resulta aún más sorprendente. Manresa ejerció durante 25 años como corresponsal del que fuera por entonces el periódico más influyente de España, hoy convertido en simple altavoz al servicio de Sánchez. Desde su atalaya en El País y sin necesidad de ocultar sus ideas progresistas, Manresa se labró un nombre en el periodismo nacional con piezas de indudable calidad.
¿Qué empuja a un hombre de 68 años a arruinar su reputación, indiscutida hasta hace bien poco al menos en ciertos círculos? Conozco varios periodistas, de izquierdas por más señas, avergonzados por la última cacicada de Manresa, que ha sido revocada por la Junta Electoral atendiendo los recursos de todos los partidos políticos, excepto el de Tezanos. Llueve sobre mojado, pero es triste comprobar que a un hombre que nada tiene que demostrar no le importe quedar a estas alturas de su vida como un lacayo del poder.
La alcaldada de Manresa ha causado más daño al PSOE que la posibilidad de abrir y cerrar un debate que tendrá una audiencia mínima. La ausencia de pudor en la manera de deshacer un acuerdo cerrado por los partidos provocó sonrojo incluso en una parte del Govern, porque revelaba un Manresa desatado y sin filtros manejando IB3 como su finca particular en plena campaña electoral. Es un golpe duro para los que aún otorgaban alguna credibilidad al medio, justo en el momento que más se necesitaba esa credibilidad para influir en favor del partido de Tezanos y Armengol.
Antes que la filosofía de Han se ocupara del narcisismo, Wittgenstein dejó escrito en su Tractatus que la ética y la estética son una y la misma cosa. No aspiramos a tanto en estos tiempos en que tanta gamberrada política reivindica el feísmo en la cosa pública, pero sí deberíamos exigir algo de recato, un disimulo, ese mínimo decoro que sigue mostrando el septuagenario que se respeta a sí mismo recordando el hombre que fue.
