Yo nunca seré alcalde, para alivio de todos los palmesanos, incluido yo mismo, pero sí fui también escolanet, en la iglesia de Nuestra Señora del Socorro, de los Padres Agustinos. Lo fui entre 1975 y 1977, desde los doce hasta los catorce años. En aquellas fechas, había dos monaguillos más en el Socorro, que también tenían mi edad.
Nuestras misiones esenciales eran ayudar en misa, limpiar la iglesia los sábados por la mañana, asistir a las procesiones e ir a buscar las formas aún no consagradas y también el vino. Para ser del todo riguroso, quizás debería añadir aquí que el vino era siempre moscatel, según pude comprobar personalmente en alguna que otra ocasión.
En mi caso, fui además alumno del Colegio San Agustín entre 1972 y 1978, desde cuarto de EGB hasta primero de BUP. Hoy recuerdo aquella época como una de las más felices de mi vida, tanto por los maestros que tuve y los compañeros que conocí en San Agustín como por los buenos momentos que viví en mi breve etapa como escolanet.
Así, en nuestros ratos libres los tres monaguillos titulares nos pasábamos la mayor parte del tiempo jugando al baloncesto en el patio de San Agustín o incluso a veces practicando el fútbol en el interior de la inmensa sacristía de nuestra iglesia, aunque por fortuna nunca llegamos a romper nada. O al menos nada esencial, que yo recuerde.
Mi primer amor fue, naturalmente, una monaguilla, una niña que nos venía a ayudar alguna que otra vez. Todavía hoy me acuerdo de ella. Otro motivo de alegría, quizás algo menos romántico, era que las feligresas más mayores nos invitaban a tomar chocolate con ensaimadas en Can Joan de s'Aigo, en su ubicación originaria en la calle Vidrieria.
En aquellos años, tan convulsos política y socialmente, recuerdo también que en una ocasión varios jóvenes se refugiaron en nuestra iglesia para esconderse de los «grises» tras una manifestación. Les acogió el padre Paco, que en aquel momento era el párroco y que seguramente ha sido el sacerdote más moderno que yo haya conocido nunca.