La entrevista que el domingo publicó mallorcadiario.com a la prestigiosa cocinera Macarena de Castro, reconocida con una estrella Michelín, donde criticó la calidad de la sobrasada que es comercializada al plantear abiertamente desconocer “por qué no se puede comprar una buena sobrasada”, pone sobre la mesa una cuestión que afecta directamente a un producto gastronómico típico y elemental de la cocina mallorquina. Esta crítica afecta de forma capital a la sobrasada pero lo hace de forma constructiva, porque la reputada chef plantea que es un buen momento para analizar lo que se está haciendo en la Denominación de Origen Sobrasada de Mallorca. Sin embargo, desde este organismo se opta por el silencio a fin de no alimentar la polémica, pero también es cierto que no refutar las críticas en cierto modo las da por buenas, lo cual es muy grave.
El Consejo Regulador de la Indicación Geográfica Protegida Sobrassada de Mallorca tiene la obligación de velar por la calidad de las sobrasadas que se comercializan, pero debe hacerlo eficaz y rigurosamente. Parece claro que en el proceso industrial no se muestra el mismo cuidado en muchos aspectos esenciales que en la matanza doméstica tradicional: la proporción carne-grasa, la calidad de la carne (a menudo cerdos provenientes de fuera, lo que afecta a su alimentación y también al estrés del animal tras su traslado, lo que sin duda afecta a la calidad), la calidad del pimentón y los aditivos antioxidantes, que acaban por afectar al sabor. En suma, el proceso industrial está afectando a la calidad del producto como denuncia Macarena de Castro, lo cual debiera preocupar mucho al Consejo de la Denominación de Origen. Están obligados a actuar y el silencio no es una medida válida para solucionar el problema.