Va el Govern y confiesa ahora que la ecotasa es un impuesto como todos los demás, que engorda la caja pública y que no tiene una específica finalidad medioambiental. No sabemos si hay dolor de los pecados, ni propósito de enmienda. Será cosa de esta época de contrición y de las primitivas raíces conventuales de Més –regente en Turismo y Medio Ambiente-, pero los alcaldes de las tres islas y los demás mortales ya conocíamos el pecado y hasta el pecador, aunque éste no se diga. Lo que no nos han contado desde el ejecutivo es la clase de penitencia que les ha sido impuesta por haber tratado de engañar al personal durante dos años, porque, aunque no lo hayan conseguido, el ánimo de pecar es de por sí suficiente, como sabemos quienes fuimos educados en el Catecismo de la Iglesia Católica. Pensamiento, palabra, obra u omisión, han incurrido en todas las formas de vulnerar el octavo mandamiento.
Lo peor de la confesión extemporánea e inútil del Govern –ante un Tribunal, nada menos- es que evidencia sus complejos e inseguridades. Si alguien cree útil y necesaria una determinada figura impositiva, debe defenderla con argumentos, no con excusas y peticiones de clemencia.
En Roma, sin ir más lejos, ciudad que he visitado hace unas semanas, las autoridades municipales no tienen empacho alguno en cobrar a los turistas seis euros, seis, por cabeza y por cada noche que duermen –o lo que sea- en hoteles de la ciudad eterna. Por supuesto, los liquidé sin rechistar, y en efectivo. Hasta un español es capaz de entender que mantener el patrimonio cultural de la Caput Mundi merece una contribución económica de los turistas. La ecotasa, a su lado, es una bromita. Sin embargo, aquí sus promotores no saben cómo vender las bondades de esta idea, por lo demás bastante antigua e implantada en muchos países turísticos como Francia e Italia.
Ahora bien, una cosa es que los ciudadanos europeos –salvo los británicos, que ya no lo son- aceptemos de buen grado contribuir al mantenimiento de las bellezas patrimoniales o naturales de los destinos turísticos que visitamos, y otra bien distinta es que luego el Govern se dedique a derrochar lo recaudado en dispendios tan inútiles como los inverosímiles estudios e informes de amiguetes de Més que nos tienen entretenidos estas últimas semanas.
Por tanto, de penitencia, habría que imponerle al Govern un poquito de su propia medicina y obligarle a destinar lo recaudado por la ecotasa a proyectos turísticos y medioambientales. Hala, eso y que no pequen más.