Está bien. Si tengo que volver a ir a votar iré, pero a cambio pongo una serie de condiciones: en primer lugar, quiero que los diez primeros candidatos de cada lista electoral (de todas las listas electorales), sean excluidos de las mismas y sean sustituidos por otras personas de sus respectivos partidos que no hayan ostentado cargo alguno desde las pasadas elecciones.
En segundo lugar, quiero que esos 10 candidatos excluidos no puedan ocupar ningún cargo público de confianza al menos durante la próxima legislatura. Exijo también que me garanticen, todos los partidos políticos en un documento suscrito por todos ellos, que la primera reforma legislativa que van a aprobar será la que consista en modificar la normativa para la formación de Gobierno y que incluirán esa imposición de exclusión de candidatos de ahora en adelante, para los supuestos de infructuosa formación de Gobierno tanto a nivel Nacional como a nivel Autonómico o Local.
Otra de mis condiciones (innegociable y que ya expuse en un artículo anterior) es que recorten drásticamente los plazos entre la convocatoria de elecciones, las elecciones y la formación de Gobierno. O que en el supuesto de no reducir dichos plazos a la mitad por lo menos, se acuerde por unanimidad que ningún cargo político tendrá sueldo hasta que este País esté en pleno funcionamiento.
Les voy a exigir también, que dejen de “buzonear” durante la campaña y que en vez de malgastar el dinero en papeletas y propaganda electoral entreguen ese dinero a alguna ONG para hacer un mejor uso de este.
Otra de mis condiciones es, por supuesto, que se modifique la normativa para tener unas elecciones a la francesa, a dos vueltas y con las cartas sobre la mesa en la segunda votación. No es productivo políticamente un País que puede dar bandazos de un lado a otro, y que durante toda una legislatura puede quedar sometido a los cambios de humor de quienes encabezaron las listas electorales.
Y, como tengo el espacio limitado, mi última exigencia consistirá en que dejen de engañarnos, porque tengo la sensación de que nada tiene que ver la negociación real con la que nos venden y ya estamos todos un poquito cansados de que, por ser demasiado pacientes, se nos tome por tontos.