Es indudable que tenemos que mover fichas. La situación así lo requiere. A los gobernantes no les queda otra escapatoria para resolver la papeleta. Algunos pensarán que tres lustros es demasiado poco tiempo para volver a remover todas las fichas en el tablero y empezar a jugar una nueva partida. Otros, a la contra, consideran que España necesita un revulsivo para sentar unas nuevas bases que nos ayuden a salir de esta crisis.
La historia es cíclica, y por tanto, los episodios se repiten. A los principios de los noventa ya vivimos una crisis económica. Evidentemente, sin parangón con la actual. En estos momentos, el agravante lo marcan los estudios de prestigiosos economistas e historicistas. Los cíclicos se repetirán cada menos tiempo.
Esta reflexión nos exige responsabilidad. Personal, ética y política. Es necesario construir un futuro sostenible. Todos hemos vivido a cuerpo de rey con el barra libre. Y es que a lo bueno, se acostumbra uno con mucha facilidad. Lo complicado es apretarse el cinturón. Ha quedado demostrado que la desmesura es incompatible con el progreso. Sí, a corto plazo nos ha ido a todos muy bien, pero a largo, las esperanzas no son, de momento, nada halagüeñas.
Las cuentas son muy sencillas. Si del total de habitantes españoles empezamos a restar los que no aportan nada al estado (me refiero a menores de dieciocho años), los funcionarios, los políticos, los pensionistas y jubilados y los que están cobrando prestación por desempleo, el resultado denota que el Estado tiene que mantener a más gente de la que ingresa al estado. Es lógico y normal que las cuentas del Estado, no cuadren.
A partir de aquí, el brainstorming de propuestas para reconducir la situación es infinita. Desde suprimir corporaciones municipales inferiores a diez mil habitantes, pasando por una reestructuración de las competencias supramunicipales y autonómicas, hasta una recentralización del Estado. La partida está a punto de empezar. ¿Quién se atreve a mover la primera ficha?