Lustros de intensa competencia han quedado en el olvido como por arte de magia, sin rencores, y la sociedad balear, estupefacta, ha atestiguado cómo se han aliado los dos periódicos más leídos de la Isla para alimentarse del becerro de oro –el dinero público-, en un pacto donde las necesidades se han impuesto sobre los mínimos de pluralidad y ética. El próximo viernes se dilucida la adjudicataria de los informativos de IB3, y se da la inoportuna coincidencia de que su concurso acontece a poco de la aprobación de una Ley que expresamente prohíbe la externalización de las noticias a una empresa privada, lo que deja pocas dudas sobre la higiene del proceso. Uno de los motivos que justifican la existencia de los medios públicos radica en su potestad para proveer una información libre de las presiones de grandes bancos o empresas; una misma independencia que la prensa privada puede argumentar respecto al poder político, en un modelo que, en suma, pretende que las libertades ciudadanas no se vean cercenadas por los abusos de poder. La situación que se presenta ahora no puede ser más comprometida, en la que un sector crucial para el correcto desarrollo de una sociedad democrática como es el mercado de la información puede convertirse en un auténtico e indiscutible oligopolio. El Archipiélago había conseguido escapar hasta el momento de la dinámica imperante en el resto del país de que pocas manos controlan lo que deben saber todos ciudadanos, como prueba el agrupamiento de casi todas las cadenas privadas en dos únicas firmas –Berlusconi y la familia De Agostini-, y los dos diarios de referencia uno propiedad de un fondo especulativo y otro de Rizzoli. También la televisión pública balear ha logrado evadir, particularmente desde la llegada de Terrasa, el servicio gubernamental que sutil pero eficientemente practica su homóloga estatal, y muestra de su alineamiento con la sociedad en vez de con los políticos son programas como Ca’n Bum. Pero la concurrencia de los dos mayores periódicos de la Isla para producir los informativos públicos no cuenta a su favor que esta unión vaya a destilar variedad ideológica, pues ambos rotativos comparten poca simpatía por el partido al que precisamente apoyan masivamente la ciudadanía balear. Y es que precisamente, la batalla que históricamente han mantenido ambos diarios se ha apaciguado con la irrupción en escena en los últimos años de un enemigo común, cuya forma irreverente y meritoria de hacer periodismo, además de su ideario liberal, ha limado las relaciones entre dos casas habituadas a mejor trato con los políticos.
