Desde hace unos años los clubs de fútbol gastan una parte de su presupuesto en llevar a cabo concentraciones de pretemporada allende los mares. Una costumbre cara que aunque ocasionalmente se compensa contratando algunos partidos amistosos con equipos locales, no se me antoja sustancial para la preparación de los futbolistas. Y no lo digo por el Mallorca solamente, si bien es cierto que viene al pelo como ejemplo para recordar la impresentable organización del verano pasado, origen de una temporada para el olvido.
Si el hábito no hace al monje, el lugar tampoco mejora al equipo. Unos justifican el viaje al norte para huir del calor, pero es que los del Cantábrico se desplazan al sur y sería una contradicción creer que lo hacen para huir del frío. Puedo entender que el agobio mediático y popular que sufren las grandes estrellas aconseje un retiro que les mantenga al margen de flashes y sirva de refugio para aislarse de todo lo que se aparte de su entrenamiento físico y mental, pero eso únicamente afectaría a lo sumo a una docena de clubs europeos y, por supuesto, a ninguno de segunda división.
Particularmente creo que es una moda en contraposición a la impuesta por algunos dirigentes al contratar giras lejanas a otros continentes que, en este caso, sí perjudican más que benefician. Por lo demás lo trascendente es la planificación, equilibrar los excesos de los treinta días de vacaciones, restaurar los usos alimenticios, evitar estrés físico y convivir sin presiones ambientales en un ambiente relajado. Y para eso, créanme, no hace falta tanto avión, ni tanto hotel, ni tanta..........comedia.
