Décimas arriba, décimas abajo, el 14-N deja las mismas sensaciones, imágenes y actividad que la última huelga general en Baleares. Los sindicatos convocantes elevan el seguimiento de la huelga al 73% (el 29-M la situaron en el 68%) y el Govern fija el paro producido en la administración de los servicios públicos autonómicos en el 12,6% (hace ocho meses dijo que fue del 15%).
Los comerciantes aseguran que el 14-N fue normal y la CAEB destaca un "seguimiento nulo" de la huelga.
Así, podríamos hablar de una nueva huelga general tranquila. Igual de tranquila como fue el 29-M. Los servicios mínimos se respetaron. En los centros educativos, muy pocos niños. En los hospitales, como un festivo. En los comercios, a ver pasar los piquetes, a bajar persiana, y a los 10 minutos volver a levantarla.
Una larga observación de la actividad en los poligonos industriales demostraba que, por ejemplo, en Son Castelló, continuaba siendo difícil aparcar y que las colas ante los semáforos eran largas casi como en cualquier otra jornada laboral.
Las fuertes lluvias de la madrugada y primeras horas de la mañana ayudaron (como reconocía a primera hora un dirigente sindical) a ver unos piquetes informativos más preocupados de soportar el chaparrón que de hacer más presión de la cuenta.
Por las calles, algo menos de gente. Pero es que llovió durante toda la mañana y los niños se quedaron en casa para no ir al colegio.
En el aeropuerto, la actividad normal de un mes de noviembre en plena estación baja. Quien tenía el vuelo suspendido, ya lo sabía.
Por otra parte, el consumo energético en Baleares fue muy poco inferior al d 29-M, pero es que en noviembre hace más frío.
La movilización en esta huelga ha estado más politizada que en anteriores ocasiones, con los líderes políticos de los partidos de la oposición pegados a las pancartas de cabecera, junto a los jefes sindicales.
Tras la segunda huelga general de este año, el descontento sigue en la calle. Y en los despachos presidenciales siguen mirando a otra parte.