Estamos preparados para adaptarnos al horario laboral europeo. Madrugar, levantar barreras temprano en todos los negocios , almuerzo frugal y a las cinco en casa. Así sí podemos hablar de conciliación entre vida laboral y familiar. No sólo para familias, para todos en general. Haríamos más deporte, veríamos más cine, más museos y más lectura. Todo es posible. Es cierto que habría que cambiar algunas cosas, como la hora de la cena por ejemplo. Igual que poner en orden muchas otras: horarios escolares principalmente. Pero esto con un decreto ley se arregla rápido. Me sorprendió ver en una zona turística de primera línea el horario de una tienda de alquiler de bicis. Cerraban de 14. 00 a 17.00. Para los turistas, éstas son dos horas estupendas para pasear en bici por la ciudad, después de su comida y antes de que anochezca. No hay que ser especialista en mercadotecnia turística para darse cuenta. Tal vez nosotros no andemos en bicicleta a estas horas de digestión y siesta, pero era un establecimiento dirigido al turismo. Me gusta pensar que sí estamos preparados para pensar en ello, para no asustarnos ante esta posibilidad y dejar que lo positivo de otros modos de vida pueda ser interesante para nuestra cotidianidad. Sin renunciar a nuestras buenas costumbres. La clave está en sumar. Da la sensación de estar todo dirigido por mentes cansadas, carcamales aferrados a sillas que ya no les deberían pertenecer pero que les gustan demasiado. Es obsceno mantener una doctrina que ya no nos sirve. Va siendo hora de dar paso a esta generación que apuesta por el futuro, por el progreso y por salir adelante. Sin miedo apostemos todos por un cambio. En general.
