El turbio asunto de la subida de los combustibles es un tema recurrente, siempre en discusión, porque nadie sabe y nadie explica por qué el precio de venta no guarda relación directa con el de compra de petróleo. En estos días se está dando uno de esos misterios del mercado, que el barril de crudo esta en torno a los 90 dólares y el litro de gasolina sube a 1,20, prácticamente lo mismo que cuando el petróleo costaba 147 dólares. Y ahora se está consumiendo el que se compró hace tres o cuatro meses cuando el crudo estaba mucho más barato. No cuela lo del desfase en el tiempo, como no cuela lo del porcentaje de impuestos, porque el precio real del litro está al mismo nivel que la media de los países europeos comunitarios; como no cuela que sea este un mercado de competencia porque los precios coinciden en todas las marcas. El caso es que las grandes compañías españolas no están sufriendo grandes dificultades financieras, siguen teniendo beneficios siderales y el Estado recoge como impuesto la mitad del precio. Reparto a medias. Hay que llevarse bien. Y el consumidor, el que necesita el vehículo para trasladarse o como medio de trabajo, a pagar y callar. Hombre, parece lógico que si no hay competencia los precios deberían estar regulados. Si no es así es que el Estado calla y otorga porque es parte de ese misterioso baremo que marca precios en las gasolineras y juega con el bolsillo del consumidor. Con cartas marcadas por ellos, claro.
