Muy apreciada TV3, Televisió de Catalunya:
Siguiendo la actualidad política de los últimos meses, observo que estás en el punto de mira de los sectores más inclinados al españolismo de toda la vida, al rancio centralismo y al casposo “¡a por ellos!”. En los momentos en que vivimos -en plena crisis político-judicial por el inalcanzable encaje entre España y Catalunya- eres uno de los objetivos principales de las espeluznantes iras de los medios de comunicación con base en Madrid, así como de los políticos más destacados y mayoritarios del arco parlamentario español, incluidos (en primera fila) el pleno del Gobierno del Estado y un conglomerado decisivo de la judicatura actual. De momento, sólo te puedo pedir, suplicar, que, por favor, intentes resistir estos embates que no desean otra cosa que tu pura y simple desaparición del mapa mediático catalán.
De hecho, si miramos atrás, allá por el ya lejano año 1983 -momento de tu imponente arranque- los poderes del Estado español ya hicieron lo imposible para que tu nacimiento fuera abortado convenientemente. Un tal Calviño (José María Calviño Iglesias, director general de RTVE), de la manita del crack socialista Alfonso Guerra, a la sazón vicepresidente primero y mano derecha de Felipe González en su primer gobierno en la llamada segunda transición, trataron, por todos los medios -que eran y son muchos- de impedir que el proyecto de la televisión de Catalunya no llegara a buen puerto. No querían, de raíz, su existencia aunque, en el caso que no pudieran evitarlo, exigían que se limitara a ser una televisión “antropológica” (sic), es decir, con contenidos sólo relacionados con las sardanas, los bailes regionales y las fiestas patronales y tradicionales; un poco aquello que se inventó Franco con las grandes demostraciones sindicales en el Bernabeu, con sus “coros y danzas” y demás ramilleteros fascistas. El “gran” Guerra tildó la naciente TV3 de “alegal” y se quedó tan pancho.
Pero, a pesar de los pesares (y de una tozudería ejemplar por parte de unas cuantas personas), llegaste, naciste en una Catalunya que, masivamente, llevaba pegados a sus coches y motos unos adhesivos en los que figuraba el nuevo logotipo de la cadena junto a la frase “TV3: sabíamos que vendrías”. Ilusión y fe a la catalana.
Como no sabían qué más hacer para conseguir inmovilizar un proyecto que, desde sus propios cimientos, demostró un éxito sin precedentes (y hasta ahora mismo, treinta y cinco años después), no cedieron la red de transmisores que estaban repartidos por todo el territorio español además de vetar TV3 en Eurovisión para lograr tener acceso a la red internacional. Ante este panorama desolador, tuviste que hacer piruetas y toda clase de malabarismos para dar la mejor información y con la máxima rapidez posible. ¡Y lo conseguiste, pardiez, vaya que sí! Durante casi todas estas décadas, has conseguido situarte como líder absoluto en tu zona de emisión. ¡Ya les vale!
Ahora -después de mil y una vicisitudes increíbles a lo largo de tu historia- el Estado español aspira a liquidarte y, por esas que son cruces, que no lo van a conseguir. Ya lo he comentado: la clase política (la gran mayoría, PP, el de Irak; PSOE, aquellos que decíanse de izquierdas; y Ciudadanos, los defensores de la desaparición de Catalunya como ente, así en general, lengua incluida) está pidiendo a gritos tu cierre inmediato. ¡Resiste, querida!
Existen tres puntos principales que se sostienen como prioritarios desde tu fundación y que siguen rigiendo tus destinos. Los citados puntos han continuado en el tiempo y prosiguen su andadura, que, por cierto, nunca fue discutida por las grandes mayorías del pueblo catalán; justo al igual que sucede con la magnífica cuestión de la inmersión lingüística que, también ahora, se quieren cargar esta panda de insensatos. Véanse dichos puntos, resumidamente: primero, salvaguardar la lengua catalana de los constantes ataques que recibe por parte del Estado español y teniendo en cuenta la penosa equivalencia, balanza, con el resto de medios de comunicación que se emiten desde Catalunya y España; segundo, mantener un importante papel de proximidad en base a la cercanía que se establece entre el emisor y el espectador, dándole el suficiente relevo a acontecimientos de todo tipo que sólo TV3 alcanza a recoger y a promulgar en antena, aumentando el nivel de producción audiovisual en todas sus facetas profesionales; y, finalmente, el tercero, dar las claves para que el telespectador catalán, con su idiosincrasia a cuestas, pueda observar el mundo desde su propio punto de vista identitario, histórico, lingüístico y cultural.
Apreciada tele:
yo, como una gran mayoría de telespectadores catalanes, estamos enamorados de ti, de tu manera de ser y de tu manera de hacer las cosas. Conectas, a la casi perfección, con nuestras ansias de informarnos y con nuestros deseos de entretenernos y, en su caso, formarnos en mil y una cosas. Hay una comunión evidente y un grito enorme de unanimidad a favor del el servicio público que representas para nosotros. Eso nadie lo duda; así como tampoco nadie cuestiona la indudable profesionalidad de tus trabajadores.
Te apoyaremos si se produjese cualquier intento de agresión hacia tu labor. Tranquila.
“Ellos” no entienden nada.
¡Tú, a lo tuyo, bonita...!