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Campos, castigado

viernes 12 de mayo de 2017, 03:00h

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Llueve sobre mojado, locución que en el municipio de Campos se aplica frecuentemente de forma literal, como lamentablemente sabemos todos los mallorquines.

Les aclaro que no mantengo vínculo personal, familiar, empresarial ni de ningún otro tipo con este pueblo del sur de la isla, pero no deja de sorprenderme que, gobierne quien gobierne en el Consolat de Mar, Campos siempre acumula agravios, muchos de ellos por ser uno de los municipios con más kilómetros de costa y zonas de interior protegidos. En cualquier comparación con sus vecinos, Ses Salines, Llucmajor o Felanitx, los campaners siempre reciben menos y, por tanto, tienen todo el derecho del mundo a manifestar su disgusto por el injusto trato y las nulas compensaciones con que las administraciones europea, estatal y autonómica premian su contribución territorial a la protección del medio ambiente.

El último episodio, el de la broma ésta de que hay que derribar los chiringuitos construidos hace veintitantos años en la playa de Ses Covetes-Es Trenc porque ahora la ley de costas no permite en estos parajes construcciones permanentes. Cualquier día, les obligan a derribar los búnkeres de la Guerra Civil y los casi derruidos escars de Sa Ràpita. Y, si no, al tiempo. En lugar de esos chiringuitos, que constituían prácticamente la única fuente de ingresos turísticos del municipio, ahora habrá que adjudicar nuevas construcciones ‘móviles’. ¿En qué quedamos? O sea, que buscamos la desestacionalización para que incluso la temporada de sol y playa dure ocho o nueve meses, pero los chiringuitos tienen que ser ‘móviles’, cual si durara mes y medio, como si Es Trenc estuviera en Galicia. Y cuándo se retirarán los chiringuitos ‘móviles’, ¿en Navidad?

Algún día, algún gobierno debería meter mano a este cortijo infumable que es Costas y comenzar a aplicar criterios de eficiencia y racionalidad en una administración que funciona como en el siglo XIX y que no resuelve jamás petición alguna en plazo, como si los intereses de los ciudadanos fueran subsidiarios de los del señor del cortijo. Con pensar que los problemas costeros de España, uno de los países con más litoral de la Unión Europea, se deciden desde Madrid, está todo dicho.

Pero la cuestión de fondo, más allá de este incomprensible asunto de los chiringuitos, es que Campos superpone al drama de la imposibilidad de obtener rendimiento económico de un solo metro de sus playas el de haber sido históricamente uno de los municipios con más explotaciones agrícolas y ganaderas. Las primeras languidecen malviviendo de subvenciones y las segundas fueron prácticamente extinguidas por la ‘brillante’ defensa que nuestras autoridades hicieron del sector lechero insular, décadas atrás.

La mejora de las comunicaciones ha convertido a Campos en un lugar atractivo en el que vivir para muchos de los que trabajan en Palma y eso se ha notado con un repunte notable de la población en la última década. Pero ni en esto se ha sido generoso con Campos. El demencial y criminal trazado de la vía principal de acceso, Llucmajor-Campos, hace diez años que debió corregirse prolongando la autopista o, si tanto se quería proteger el territorio y calmar a los voceros ecologistas, trazando una autovía de dimensiones parecidas a la de Palma-Manacor, la más segura de la isla. Pero, definitivamente, Campos está castigado por el Govern y mucho me temo que esto siga así, al menos, hasta final de esta legislatura.

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