Los ciudadanos de Balears no estamos en absoluto preocupados por su Mateu Isern o Antoni Verger se van a vivir a Madrid, o si Jaume Font y Juan Pedro Yllanos sumarán muchos kilómetros de vuelo en la tarjeta de fidelidad de su compañía aérea.
Para el ciudadano esto no va -más allá del morbo- de si el PP saca 3 ó 4 diputados o si el PSIB mantiene la segunda posición. Todo esto queda para los periodistas y para las lecturas en clave interna que tendrán que hacer las formaciones políticas. En el PP, por ejemplo, el futuro inmediato será muy distinto si sacar 2 ó 3 diputados.
Pero el votante va hoy a las urnas perdonando a castigando a Rajoy por los últimos 4 años, confiando o no en Pedro Sánchez para un cambio, dando o no una oportunidad a alguno de los partidos emergentes o apostando porque haya una voz balear en Madrid no sujeta a disciplinas de voto.
La Ley electoral tiene estas cosas. Las listas cerradas y las circunscripciones ponen a hacer campaña a candidatos locales que acaban imprimiendo a la campaña electoral un perfil realmente bajo. Lo hemos vivido estas últimas semanas. Los Isern, Socías, Yllanes, o Navarro se han limitado a no hacer ningún estropicio, ningún destrozo al discurso oficial que levante polémicas innecesarias. Cada día se recibe el argumentario y se itra de él sin estridencias. Obediencia. Es más, en alguno de estos casos, el programa electoral de su formación no llegó hasta justo el inicio de la campaña.
Creo que los 4 lo han conseguido (dejo a Verger y Font al margen, porque no deben obediencia a Madrid). Perfil bajo de campaña, debates aburridos, y réplicas de lo que hayan dicho horas antes Rajoy, Sánchez, Iglesias o Rivera. O lo que es lo mismo, una campaña aburridísima que sólo se ha visto destacada en los medios locales cuando ha atgerrizado aquí el jefe de filas, el candidato de verdad.
Apuntado esto, ninguno de los cabezas de lista apunta a Ministro. Ni siquiera Yllanes, porque Pablo Iglesias ya ha reservado esa cartera la jueza Victoria Rosell.
