Cambio fugaz

El año 2015 será el año del cambio, decían algunos. Syriza y Podemos, venceremos, decían otros. Eran tiempos de vino y rosas para el cambio, claro, y había que pegarse a la estela del entonces referente Alexis Tsipras. Para poder vender una idea tienes que creértela tú mismo. Es la primera regla del marketing. Y Tsipras parecía saber lo que decía. Como parecen saberlo sus entonces amigos españoles, que bajo el inmaculado aura de la inexperiencia rebatían en platós televisivos cualquier argumento y justificaban, de forma retórica, todas sus promesas electorales. Pero, ay, amigo. Si dices que juegas muy bien al tenis, llegará un momento en el que tendrás que salir a jugar. Y eso es muy distinto a pelearse con periodistas en un plató. Que le pregunten a Tsipras. Europa, para bien o para mal, decide sobre gran parte de nuestras vidas y es irreal decir que vas a llegar, mirar a Merkel y decirle: no voy a pagar, que la deuda que he contraído es injusta. Pero, cuidado Merkel, yo
Voy a decidir cuánto, cuándo y hasta si te pago. Espera que te lo razono en un momento... Tsipras, en teoría, lo ha intentado. Hoy ha dimitido, habiendo aceptado medidas mucho peores que las que se proponían inicialmente y un partido roto, que difícilmente va a levantarse. ¿Seguirán apoyando a Tsipras quienes se pegaban a él antes de las elecciones? ¿Continuarán apoyándole quienes ligaban el destino de ambos países al frente Syriza-Podemos? ¿Utilizarán las mismas políticas en el caso de que llegaran a gobernar? Lo dudo, al menos las dos primeras preguntas. La victoria tiene mil padres y la derrota es huérfana.

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