Una de las principales reivindicaciones de los empresarios del sector de la restauración es que sus empleados estén debidamente formados. Algo que, a pesar de ser de lo más lógico, no siempre se cumple.
En cambio, una de mis principales reivindicaciones al sector de la restauración ya no es tanto que sus trabajadores sepan distinguir entre un café con leche o un expresso, sino que, como mínimo no sean unos bordes de cuidado.
¿No es pedir demasiado no? No pido que sean camareros de restaurantes de cinco tenedores. De verdad que no. Llega un momento que me importa más que sean amables conmigo que la educación que tengan.
Que vaya por delante que en este mundo hay más camareros amables que lo contrario pero, cuando te encuentras uno borde que Dios te pille confesado. A mi me ocurrió ayer por la noche. La tipa era una camarera más bien pequeñita, con cara de concentrada y pocos amigos. A pesar de la mala impresión que me causó decididí darle una oportunidad pues, como dice Disney en La Bella y la Bestia la belleza está siempre en el interior.
Pues no, Sr. Disney, en este caso la camarera era fea por dentro y por fuera y no me refiero al aspecto físico. Lo que quiero decir es que era una antipática de mucho cuidado que no trató bien a la gente que atendía siendo muy desagradable.
Como comprenderán no pienso volver al bar en cuestión a pesar de que lo que comí estaba riquísimo. Una lástima que hoy en día aún haya gente que no entienda que si se trabaja de cara al público éste no tiene la culpa de los problemas personales de cada uno.
