Borrachera de poder

El poder es adictivo, en todas sus modalidades. Y como en cualquier otra adicción, después de ese primer flirteo experimental, no cabe otra que salir corriendo. En política además, uno se arriesga a acabar idiotizado (sin saberlo), y creyendo que el mundo gira a su alrededor aunque el poder lo ejercite en un minúsculo espacio geográfico, y respecto a un número de habitantes que, con una visión global, no deja de ser ridículo.

El poder atrofia la mente y hace que esos mequetrefes, con neuronas diezmadas por la avaricia, salgan cada día a la calle ansiosos por dos cosas: leer su nombre en los medios de comunicación, y organizar la jornada con el fin, casi único, de reaparecer en los medios al día siguiente.

Después está esa sensación de superioridad que les embarga cuando están rodeados de iguales que se comportan como súbditos, o bien, porque tienen miedo, o porque son avaros como ellos y priman la ambición por encima de la dignidad. Sea por lo que sea, esos comportamientos leales hasta la ridiculez, les amamantan día a día, minando aún más si cabe su adicción.

Pierden el sentido de la realidad porque amanecen y se acuestan con la borrachera adictiva del sentirse triunfadores, aunque se reconozcan mediocres de puertas para adentro, mientras se miran al espejo disfrazados de poderosos para no ver los colgajos de su miseria moral, amontonados en su abdomen.

El poder camufla la mediocridad, por eso es tan difícil no aferrarse a él. Porque absorbe el seso de quien lo ostenta y de quien lo padece voluntaria o involuntariamente.

SANCHEZ se ha emborrachado de poder y, lleva tal cogorza, que como el Rey que se paseaba desnudo, hace el ridículo sin enterarse. Ignoro por qué razón se desprecian tamañas oportunidades de convertirse en grandes políticos que pueda recordar la historia. Un PSOE abanderando una abstención, y liderando la gobernabilidad en un País ingobernable, hubiera recuperado la credibilidad entre los suyos y los no tan suyos.

Lejos de promover la calma, SANCHEZ y su séquito de fieles amamantados y ciegos de ambición, espejo de parte de la mediocridad adicta de cualquier Partido, ha organizado un montaje descomunal que les dará poco rédito a corto y largo plazo.

Y, como en este País, las derrotas ajenas revierten siempre a favor del enemigo (o sea, los de dentro), me temo que la resaca de Sanchez va a ser de las que si hacen historia, pero por otros motivos distintos, a los que ha podido ambicionar, en algún momento de su patético paseíllo al ruedo.

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