BANYARRIQUER | MARC GONZÁLEZ

ES LA GUERRA, MÁS MADERA

El mismo día que un vocero de la extrema derecha -el mismo que hace una semana insultaba, con dos exaltados más, a Maria Antònia Munar a las puertas de la Audiencia- pedía públicamente la dimisión de Rafel Bosch por su supuesta deriva catalanista, varias docenas de propios de la radicalidad izquierdosa invadían por la fuerza y con violencia física el despacho del conseller, al grito -tiene bemoles- de Violència, no!

Estos rastafaris de pega, hijos de papá y de la opulencia, que no han sufrido jamás la represión de una dictadura que, sin duda, ejercerían ellos en nombre del pueblo y para su salvación a poco que tuvieran la oportunidad, creen que su ocupación es un acto
pacífico y que representan a la comunidad educativa.

Lo malo es que no todo el sector ha sido claro en condenar estos hechos. Salvo las confederaciones de padres de pública y concertada, COAPA y CONFAECIB, el sindicato ANPE, la patronal Escola Catòlica y algún otro que desconozco, los demás han guardado un silencio, si nocómplice, sí al menos interesado o, como mucho, han dicho -caso del STEI- "no compartir" estos métodos, aprovechando para remarcar que la mayor agresión la ejerce el ejecutivo. Algunos creen que una condena sin matices es
tanto como avalar la política del Govern. Menuda sandez.

No soy, precisamente, sospechoso de comulgar con el proyecto anti-catalán de modificación de la Ley de Función Pública de Bauzá y Gornés, sino bien al contrario. Tampoco me gusta un pelo el cierre de los hospitales Joan March y General. Qué decir de la gestión de IB3 por parte del garriguer Gómez, o de las chapuzas nepotistas de Delgado. Hay mucho que criticar en cómo se toman las decisiones de calado, en lo poco que se explican y en esta sensación permanente de improvisación y medio rectificación.

Ahora bien, no podemos olvidar que Bosch es conseller de un Govern sustentado por 35 diputados elegidos democráticamente, y ninguno de los invasores de su despacho le ha votado. La izquierda tiene siempre la tentación de, si no consigue  gobernar por las urnas, agitar y crispar la calle para reclamar "otra forma de democracia" (¿Cuál, la de Corea del Norte?). Ellos tienen el monopolio y la patente democrática, los demás son siempre unos dictadorzuelos corruptos y neoliberales, aunque hayan ganado las elecciones limpiamente, o incluso aunque sean sus socios. Vaya tropa.

En el colmo del delirio, el diputado socialista Lluís Maicas acusaba -ese fue el término empleado- anteayer a Bosch de ser el peor conseller de educación de la historia. ¡Ca!, no se esfuerce, Sr. Maicas, este honor lo comparten precisamente dos de los suyos ex
aequo, la Sra. Galmés y el inefable Sr. Llinàs, que hacen imposible que Rafel Bosch, por mal que le salgan las cosas, les llegue jamás a la suela de los zapatos si de ineptitud y de inquina, respectivamente, hablamos.

El pacto educativo, lamentablemente, para otra legislatura.

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