BANYARRIQUER | MARC GONZÁLEZ

El fin de una era

Ha pasado como una noticia más entre muchas otras, pero el fallecimiento de Neil Armstrong me causó una honda impresión, como si me hubieran arrebatado algo. No tuve el gusto de conocerle, pero para la generación que éramos niños cuando el Eagle se posó sobre la superficie de la Luna, Armstrong, Aldrin y Collins fueron los héroes de la modernidad, los Cristóbal Colón del siglo XX, cuando suponíamos que abrían una era en la que viajar a otros planetas sería como entonces atravesar el Atlántico.

Sin embargo, el 19 de diciembre de 1972, tras amerizar en el Pacífico la tripulación del Apollo XVII, todo aquello que imaginábamos terminaba abruptamente, aunque no lo supiéramos. Han pasado casi cuarenta años –¡tantos como toda la dictadura de Franco!- y no hemos vuelto a la Luna, ni el hombre se ha posado en planeta alguno.

La crisis del petróleo de los 70, el desenlace de la guerra de Vietnam, que sumió a los Estados Unidos en una profunda crisis de identidad, el desmoronamiento de la URSS que supuso el fin de la carrera espacial, y las políticas económicas americanas orientadas a mantener contento al contribuyente, acabaron con una de las mayores empresas que la humanidad haya intentado, la de dejar algún día este planeta y colonizar el universo.

Muchos dirán que aquel programa carecía de sentido científico y su único fin era propagandístico. Quizás, al mismo tiempo, se estén calzando unas deportivas o una prenda con velcro, trabajen en su ordenador, se sometan a diálisis o beban agua purificada por ósmosis inversa.

Lo cierto es que nos encaminamos a que, en unos diez años, dejemos de ser contemporáneos de los hombres de conquistaron, con una audacia sin límites, nuestro satélite.

Hablar de esto en la actual situación parece frívolo. Se equivoca quien así piense. Saldremos de esta crisis económica y moral con grandes empresas conjuntas, con desafíos, como ha ocurrido siempre en la historia de la especie, desde la reconquista a la segunda guerra mundial ¿Se imaginan vivir en un mundo en el que ningún ser humano ha pisado la Luna? Les aseguro que siento la misma angustia que cuando, en una noche de invierno, miro el firmamento y contemplo lo que nos queda por explorar. Descansa en paz y que Dios te bendiga, Neil.

 

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