Aunque no se hable de ello cada día, porque los medios han estado entretenidos con la campaña electoral primero y las elecciones, y pactos postelectorales después, el tema de Bankia continúa afectando a muchos inversores que, en su día, confiaron en sus asesores comerciales y en la publicidad engañosa de la entidad, para la oferta pública de esas delirantes acciones.
Cuando uno va al banco lo hace casi con desesperación. O para pedir un crédito, o para negociar (en la medida de lo posible, que es más bien limitada), las condiciones de un depósito o inversión. Los pequeños inversores acuden a los bancos con su pequeño tesoro, que en ocasiones, ha costado muchísimo ahorrar, confiados en un sistema bancario que no puede fallarles, porque el Estado vigila y hay situaciones que son impensables.
Sin embargo la realidad es bien distinta. Los accionistas de Bankia que en julio de 2.011 confiaron en esa oferta pública, vieron inmediatamente reducidos sus ahorros en un 99,54 % y ello, no porque los vaivenes del sistema bursátil generara pérdidas, sino simplemente porque la cuentas de la entidad habían sido falseadas, y el precio de las acciones al suscribirlas nada tenía que ver con su precio real.
Que todos esos ahorradores, todavía hoy con el dinero depositado en el Banco, esperando no se sabe bien que, tengan que acudir a los Tribunales para que Bankia les devuelva el dinero, es una vergüenza. Tener que pleitear contra una entidad bancaria cuando es el propio Estado el que ha reconocido la necesidad de crear un fondo para atender a los afectados por ese fraude, resulta ilógico e inmoral.
Cualquier empresa o particular acusado de fraude sería embargado hasta el límite para resarcir los daños causados. En cambio a las entidades bancarias no se les puede llevar al mismo límite. Se les construyen puentes a medida para que puedan después obtener nuevamente beneficios y no pongan así en peligro, el sistema financiero.
Eso es prevaricación, porque ninguna administración o juzgado se apiada de quien no paga porque no puede hacerlo, o porque se pone en peligro su “sistema económico doméstico”
Siempre se lo he comentado a mis clientes. En 23 años que llevo de abogacía sólo hay dos tipos de pleitos que nunca lamento emprender: contra los bancos, y contra las compañías aseguradoras (por el contrario, entre particulares, siempre he defendido que es mejor una buena negociación antes que tener que ir a juicio).
Ellos (Bancos y Aseguradoras), no tienen piedad con nosotros y especialmente con los más débiles e indefensos, con los que no tienen quien les asesore.
Bankia resucita gracias al dinero del Rescate, pero no devuelve el dinero a sus accionistas engañados, salvo que pleiteen. El Estado debería obligar a efectuar esas devoluciones sin intervención judicial y sancionar con multas millonarias el incumplimiento de esa obligación de resarcir. En cambio, el Estado fomenta el colapso de los Juzgados con las demandas de quienes, desesperados, no encuentran otro modo de recuperar sus ahorros.