Han pasado cien días desde que el Govern conservador accediera a sus cargos y a día de hoy la situación sigue siendo muy confusa: no sabemos qué sucede globalmente, qué pasa con la deuda, qué déficit tenemos, cómo serán los Presupuestos, qué nivel de ahorros vamos a tener que hacer, etcétera. Estamos viendo medidas sueltas, a veces contradictorias y casi siempre poco explicadas. En este contexto, todo apunta a que algunas partes están dispuestas a crear un conflicto social de grandes dimensiones. La salida airada de los sindicatos de la reunión a la que fueron convocados ayer apunta en este sentido; la actitud general de la oposición, negando la evidente herencia económica incide en la misma línea. Y, encima de todo esto, una convocatoria electoral que sólo sirve para acentuar las distancias, incrementar la tensión y dividir aún más. Aquí, parece elemental, hay que aclarar las cifras, dejar de mirar hacia el pasado, no buscar culpables porque todo el mundo tiene parte de responsabilidad, y poner soluciones consensuadas que nos ahorren conflictos y que vayan por el único camino por el que pueden ir: empatar gastos e ingresos, básicamente reduciendo los primeros y aumentando los segundos de forma realista, mientras no causen efectos contrarios a los pretendidos. Es la hora de los políticos. Si no hay acuerdos, la culpa tendrá nombres y apellidos. (Ah, la cuota de responsabilidad del Gobierno será mayor que la de la oposición, como siempre.)